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El misterio de los tres corazones per Xabier P. DoCampo

El misterio de los tres corazones

per Xabier P. DoCampo

A Blanca Calvo

Durante cuatro días, cuando mediaba el mes de junio pasado, y en Guadalajara tuve la fortuna de participar, dentro del 21 Maratón de los Cuentos, en el Seminario Misterios de Europa. Allí en medio de la música de palabras que los veintidós idiomas usados en el evento traían a nuestros oídos, dejando en ellos el rastro de belleza y abundancia que la diversidad humana conlleva, representantes de treinta países fueron dando al aire los misterios del alma humana que los hombres y mujeres de todo tiempo fueron depositando en las narraciones orales de sus tradiciones.

Comenzó el seminario con una interesante conferencia del profesor José Manuel Pedrosa centrada en el análisis del concepto de misterio, al cual une tres características definitorias: el silencio, el secreto y el tabú. Y dos elementos instrumentales de su penetración: descifrado y traducción. Al ser de mi responsabilidad la conferencia de clausura y después de haber escuchado durante los tres días anteriores bellísimas historias más o menos relacionadas con el concepto de misterio, preferí tomar otro camino, que va en la misma dirección y sentido que aquéllos, pero no es totalmente intercambiable: desvelar. Correr el velo que oculta aquello que no se nos deja ver. Prefiero este camino del desvelamiento, porque no siempre nos lleva al conocimiento, cosa que sí habrá de suceder con el descifrado o la traducción si son correctas sus respectivas aplicaciones, sino que tantas veces nos lleva a la constatación de la impenetrabilidad del propio misterio.

El misterio no es nada sino la negación del conocimiento y el ser humanos vive, desde que fue «creado», en continua pelea para alcanzar el conocimiento. Nacido del propio misterio creador es puesto en enfrentamiento con su propio creador desde el mismo momento en que es depositado en el Paraíso: sólo Dios posee el conocimiento, a él, al ser humano, le será vedado y además habrá de guardarse de arrebatarlo por más que le indiquen donde está depositado: «Puedes comer el fruto de cualquier árbol del jardín, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás». La tradición que no la Biblia, dice que el arcángel expulsó al hombre y a la mujer del Edén al grito de «¡Quién como Dios!». Mas el ser humano siguió deseando y persiguiendo el conocimiento, lo que está oculto en el corazón de los misterios.

La escucha del concierto de los casi cincuenta relatos que los narradores fueron dejando en el aire de la sala para los asistentes, nos reafirma en que los grandes misterios que el ser humano busca desvelar son dos: Eros y Tanatos. Sólo dos y contrarios, el Amor y la Muerte. Dichos sus nombres en una ceremonia de evocación y llamada en las distintas lenguas que se escucharon en el seminario:

Любов

kærlighed

láska

ljubezen

armastus

rakkaus

αγάπη

liefde

szerelem

mīlu

meilė

kjærlighet

love

dragoste

kärlek

Liebe

imabba

elska

смърm

død

kuolema

θάνατος

surm

halál

smrť

dauði

nāve

mirtis

mewt

moarte

död

tod

dood

palabras que dicen en su bella sonoridad, amor unas o muerte otras. Así las cosas podría pensarse que esto reducía la variedad de narraciones de las distintas tradiciones orales que estaban allí representadas, que serían formas muy semejantes de presentar esos dos mismos misterios, mas no era así porque el ser humano ha buscado desde siempre los caminos de desvelamiento de los misterios que la vida le plantea y encontró una vereda, sino para el descifrado y traducción definitiva de lo misterioso, si, al menos, para correr el velo que ocultaba lo tapado e iluminarlo con la luz de una suerte de sustituto del conocimiento: la fantasía. Y es en ella en donde se diversifican las interpretaciones de los misterios en las distintas tradiciones.

La fantasía es un grado superior de la imaginación que da forma a las ideas alterando la realidad: los animales hablan, las alfombras vuelan, las cosas, y también los animales y las personas, aparecen y desaparecen… Ya hemos dicho que el ansia de conocer, el deseo de ser como Dios lleva al ser humano a la desesperación y a la pérdida del paraíso. Pero el deseo de conocer no desaparece, sólo se aplaza. Como, a decir de Novalis, tampoco desapareció el Edén con la expulsión de Adán, sino que sus restos destrozados se esparcieron por toda la Tierra. Por tanto mientras perdure ese incontrolable deseo de conocer, sólo nos quedan los caminos simbólicos. Sólo nos queda trasladarnos a otro plano del conocimiento, nos queda la metáfora que, etimológicamente (μεταφορά) es eso, transportar más allá. Y entonces se atribuye a la fantasía la función de metáfora del conocimiento y ya el amor y la muerte comienzan a abrir sus secretos, a desvelarse y a mostrarse como destinos luminosos y oscuros, a la vez, del ser humano. Y esto se nos muestra en los cuentos de forma clara ya que el amor y la muerte se convierten en topos en los que el ser humano entra y sale para traer consigo lo no dicho, lo nunca nombrado. Lo inefable es derrotado por la narración. Porque la fantasía es un producto de la palabra, de la palabra que nombra y que crea, como hizo Adán al dar nombre a los animales, intervenir en la creación, hacerse creador como el propio Dios.

Bosques, espejos, montañas, sangre, viento, día, noche, sol, camino, oro… y mil metáforas más para abrir esos misterios que nos inquietan o atormentan. Y si el castigo es perder el paraíso, si por querer poseer el conocimiento vendrá la maldición divina de no poder llegar a tenerlo nunca, porque los tabúes rotos traen la furia de los dioses para aquéllos que quisimos burlarlos, pues que venga. Y así el ser humano crea cuentos y sagas y leyendas que explican y desentrañan, poco a poco, el misterio de amar, que es el vivir, y desamar, que es el morir.

Y así en estos cuatro días hemos podido constatar ese deseo de vencer al misterio, lo que nos une a todos los habitantes de la Tierra, y lo hace por medio de la fantasía, que es lo que señala nuestras diferencias. Así, en una burla a la muerte, nos hemos encontrado con seres con apariencia mortal, mas no muertos, en diversas tradiciones en las que damos con mujeres decapitadas que interrumpen al caminante, con el recompuesto caballero de Juan sin miedo, el hombre del sombrero blanco que espera en la puerta del cementerio, el jugador de cartas en la puerta del más allá, con el hombre abandonado en una isla o esa forma de acomodación a convivir con la muerte que es la narración groenlandesa de la mujer esqueleto. O aquéllos que habrán de morir para ser vida como ocurre con los bardos Lemminkäinen en Finlandia o Taliesin en Gales para acabar por convertirse en los cantores de sus sagas respectivas.

Hemos visto como el amor y la muerte se entremezclan y tantas veces el amor nace de un acto de muerte como la emasculación de Urano. O como se siguen contando las historias de los dioses que rompen el más sagrado tabú y se enamoran de seres mortales atrayendo para los amantes el castigo y la perdición. Pero también el triunfo del amor, que es el triunfo sobre la muerte. L’ubka (Eslovenia) y Jacos (Polonia) abren la puerta a una nueva vida al cortar una flor, pero, como ocurre con el hada comadrona de Irlanda, romper un tabú trae la infelicidad y la muerte.

Es obvio que esa presencia del amor y la muerte en un abrazo inseparable es perenne en la tradición oral universal. Y así resonó constante en las historias que hemos escuchado estos días de junio al generoso amparo del Maratón de los Cuentos de Guadalajara. No hay nada que de verdad pueda satisfacer más a nuestra alma que saber qué se esconde en esos dos destinos que siempre nos aguar – dan. Y puede que, después de todo, la totalidad de los misterios humanos se puedan encerrar en el bellísimo final de la narración búlgara que nos cuenta lo que descubrirá Krali Marko al final de su lucha con la dama de los tres corazones: un corazón que ha dejado de latir, un corazón que está comenzando a latir y un corazón que aún no ha llegado a latir, mas latirá.

Revista n 9. segona època. Es cou per allà. 2012 p. 22

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