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ACOMPAÑAR DE MÚSICA UN RELATO. El proceso creativo de «El viaje de los tambores» per Juan Gamba

ACOMPAÑAR DE MÚSICA UN RELATO. El proceso creativo de «El viaje de los tambores»

per Juan Gamba

En el verano de 2009 tuve la suerte de toparme con un texto maravilloso: Los tambores de Reiner Zimnik. Hace tiempo buscaba un relato lo suficientemente largo como para poner en pie un espectáculo de narración oral con una sola historia.

Esta pequeña novela ilustrada tenía todos los elementos que buscaba para elaborar un espectáculo de raíces juglarescas, donde la narración oral tuviera una puesta en escena teatral.

Estaba dispuesto a emprender este camino solo, cuando se cruzó en mi camino un antiguo conocido con inquietudes similares: Bruno Gullo, músico y cantante romano afincado en Madrid y líder de la banda multi-instrumental La Malarazza. Él, al igual que yo, andaba con ganas de comenzar un proceso creativo, aunque nunca antes había elaborado un espectáculo de cuentería.

Al juntarnos nos bautizamos como ÑAQUE DE BRUNO Y GAMBA. En nuestras primeras conversaciones sobre qué tipo de espectáculo queríamos montar, quedó claro que nos guiábamos por los mismos parámetros que defiende Darío Fo en su «Manual mínimo del actor»; nuestras raíces eran las del juglar de las plazas, aquel que tenía que echar mano de todas sus habilidades (música, acrobacia, imitaciones, idiomas inventados) para hacer su historia entretenida.

Así que nos sentamos frente al texto y empezamos a trabajar. Bruno toca el acordeón, la guitarra, el djembé, el kazoo y canta con voz cristalina prácticamente cualquier género. Lo primero que hicimos fue leer en voz alta la historia, mientras él iba tocando su acordeón, intentando acoplar melodías a los ritmos del texto. Tras esa primera lectura vimos claro dos cosas: que el texto tenía música y que no podía ser todo el rato voz y acordeón. De manera que empezamos a trabajar el texto como una partitura, buscando todas las combinaciones posibles: voz y acordeón, voz y tambor, voz y guitarra. Eso conmigo narrando, porque también había otras combinaciones, como su voz o su música acompañando mis pantomimas cómicas, ya que había partes del texto que se podían contar solo visualmente sin necesidad de usar la palabra. El hecho de que se tratara de un texto ilustrado por el autor nos ayudó mucho a crear estas imágenes no descritas verbalmente.

A la hora de elegir la música y las melodías fue Bruno quién llevó la batuta creativa, cuidando los ritmos para asegurarnos captar la atención del espectador en todo momento y sorprenderle. A veces usábamos pasajes de temas conocidos (un punteo de Pink Floyd, una estrofa de Amelie) y otras veces simplemente creábamos melodías que acompañaran a la narración, variando su velocidad y presencia según las necesidades del texto.

Pero además, sin ningún reparo, decidimos modificar el texto para fomentar y facilitar su musicalidad. Pequeñas descripciones se agrandaban y llenaban de detalles para que el tambor pudiera acompañar durante más rato el monólogo. Momentos de acción descritos en un sólo párrafo se dividían en varios bloques, aumentando la velocidad de los acordes de la guitarra a cada nueva estrofa. Se marcaban silencios (tan importantes en la música), para que coincidieran con el final de una frase. Se modificaba la forma de decir el texto para hacer de la voz un instrumento más. Al final el espectáculo es una partitura pura y dura en que cada frase tiene un acompañamiento concreto.

En esa construcción también hubo que evaluar la manera de pasar de un instrumento a otro, ya que soltar un acordeón para coger una guitarra no es algo que hagas en un santiamén. Pero eso se solucionó fácilmente, ya que Bruno en el espectáculo no es un músico acompañante, sino parte integrante del dúo narrador. La historia la contamos entre los dos, pasándonos el foco el uno al otro alternativamente. Él hace más música en el espectáculo y yo me encargo más de la parte cómica y gestual, pero ni sólo canta y toca él, ni sólo gesticulo y hablo yo. Equilibrar el espacio, físico y sonoro, fue algo que siempre tuvimos en cuenta durante la creación.

El resultado es un espectáculo que hemos representado en bibliotecas, en bares y en teatros, para jóvenes, abuelos, adolescentes y algún niño, buscando en todo momento contarle y cantarle al público esta historia y conseguir llevarlos con nosotros como un tambor más. Una propuesta donde la música no es mera comparsa, sino un protagonista más, sin cuya presencia la historia quedaría coja. Las pasiones y los problemas que los tambores de este viaje viven son universales, como universal es el lenguaje de la música.

Revista n 7. segona època. Menú musical2011. p.14

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