Eba una vez
Trabajo de investigación de Javier Lacasta, José Ángel Gracia y Carlos Gonzalo
El cuento, como bien sabían nuestros mayores, es ante todo un acto de aprendizaje. Con él nos iniciamos en nuestra lengua, o por mejor decir nuestra habla, que es la materia viva con la que se construye la lengua, y en la literatura como la forma más elevada de comunicación; aprendemos a engañar y a reír y por él sabemos (desde el cobijo del hogar) de los peligros que acechan más allá de las puertas de nuestra casa. La experiencia de los hombres, en el correr del tiempo, hecha palabra y arte, se ha encerrado en los cuentos del mismo modo que en los genes, configurando un imaginario que nos liga a los nuestros y a una determinada visión del mundo. En el tiempo de la información inabarcable, el cuento nos ofrece lo que Benjamín llamó “el lado épico de la verdad”, la sabiduría. Así, quien oye un cuento adquiere, casi sin saberlo, la responsabilidad de aprenderlo. De esta manera, todo oyente acabará, inevitablemente, siendo un nuevo narrador, que habrá aprehendido en la palabra contada el propio arte narrativo, porque el cuento, no es sólo un argumento, una mera historia, es, sobre todo, relato, acto de narrar y, por ello y a un tiempo, acto de comunicación y proceso de aprendizaje. No se pueden retraer y contar historias leídas o vistas, sino sólo aquéllas que se oyeron contar a los nuestros y que dieron forma a nuestra primera visión del mundo. Dicen los expertos que el cuento es uno de los géneros del folklore narrativo, junto con la leyenda, el mito o incluso la historia de vida.
Revista N. Núm. 6. Primera època. Correu, obriu el correu. Any 2003, p. 29
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