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Homo narrans por Roser Ros i Vilanova

Homo narrans

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Contar es un arte, una acción consistente en aprender a exponer alguna cosa con palabras claras a fin de comprenderla uno mismo y, a mismo tiempo, darla a conocer a quienes escuchan. Cuando contamos anhelamos atrapar lo que palpita en el interior del relato para transmitirlo. Llámase función poética la acción que nos permite hacer uso del lenguaje de forma no convencional . Con su intervención conseguimos que las palabras bailen, salten, pirueteen, a fin de que aflore la emoción del receptor, provocando su sensibilidad. De este modo, el mensaje adquiere una nueva dimensión estética y nos permite volar, elevarnos más allá de lo cotidiano.

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Un relato es una obra narrativa en prosa de extensión inferior a la novela. El buen relato es aquel que posee las cualidades que magistralmente fijó Ítalo Calvino: ligereza, rapidez, exactitud, visibilidad, multiplicidad.

Hay relatos que son fruto de la imaginación, como los cuentos que proceden de la tradición oral. Para Julio Camarena, éstos son “obras en prosa, que subordinando a ello cualquier elemento descriptivo o introspectivo, narran acciones tenidas por ficticias y que, contrariamente a la novela y otras manifestaciones de la literatura escrita, viven en la tradición oral variando continuamente”.

Por otro lado, están las leyendas que aún bebiendo de fuentes fantásticas son presentadas como hechos reales. Para Rolf Wilhem Brednich, el contexto urbano alimenta estos relatos (como antes ya lo hubo hecho la sociedad agraria) que hacen referencia a vivencias, acontecimientos o manifestaciones extraordinarias que son difundidas fundamentalmente por los canales orales o por las redes telemáticas.

Contar un relato es interpretar una partitura y para hacerlo hay que tener técnica y, al mismo tiempo, temple artístico.

Todos los relatos nos invitan a evadirnos pero los hay que se muestran especialmente hábiles en devolvernos al mundo del que parecíamos habernos borrado. Estas narraciones actúan como un espejo y gracias a su acción no tardamos mucho en reconocernos en la ficción. Sin la compañía de los relatos, los hombres y las mujeres seríamos bastante más pobres.

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El homo narrans es el individuo que se muestra capaz de manifestarse con la palabra. El uso de esta facultad constituye el eje fundamental del progreso, de la cultura y de la historia. Las palabras que conforman una lengua son un sistema de símbolos que poseemos y compartimos los humanos. El nacimiento y la pervivencia de una lengua no es un hecho aislado ni debido a la casualidad, si no a la continuada tozudez de quienes con ella se expresan.

El homo narrans busca comunicarse con alguien más, quizás con el homo spectatiens?, y trabaja para ganarse su favor. Para conseguirlo intenta entrar en contacto con ese otro, dialogando con él mientras le concede tiempo para que pueda apropiarse del mensaje. Es preciso, no obstante, velar para no perder el ritmo del acto comunicativo que, al no mantenerse, perdería toda su eficacia.

El homo narrans pretende fascinar a los oyentes con relatos inventados, vividos, leídos u oídos. Su forma de contar es completamente personal. El vehículo verbal que utiliza es oral y usa un lenguaje que podemos calificar de pasajero, implícito, flexible, partícipe, espontáneo, predominantente dialogado y dependiente del contexto. Para contar un relato real o imaginario, inventado o prestado, vivido o escuchado, cómico o trágico, el homo narrans acostumbra a crear, a inventar un subtexto hecho de gestos y miradas, de presencia corporal, de intenciones. Este va dirigido al interlocutor con el fin de despertar su cooperación para que se produzca la necesaria actualización textual, elemento imprescindible para que se consolide el juego comunicativo.

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Todos poseemos diferentes grados de aptitud que nos facultan para actuar como homo narrans. Però hay un proceso de construcción, de aprendizaje que se produce de manera latente, oculta, recóndita que podríamos convenir en llamar período de latencia o de lactancia del individuo durante el que a pesar de que se cuenta mucho, no existe consciencia alguna de esa práctica.

Son tiempos de máximo protagonismo para los oídos, el niño que somos llena sus oídos de cadencias bien sonantes procedentes de voces cercanas que nos familiarizan abundantemente con melodías y palabras Más adelante será tiempo de hegemonía para las lecturas, para ir al cine, al teatro, para la participación en toda clase de conversaciones. Aquí y allá, poco a poco empezamos a descubrir la existencia de argumentos narrativos fascinantes.

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Para cuando surge la voluntad de constituirse en narrador, uno ya cuenta probablemente con muchas horas de vuelo, ha realizado muchas contadas, lleva un montón de páginas leídas una y otra vez, de películas vistas y vueltas a ver, buscando el mejor relato y ha recorrido medio mundo queriendo aprehender la mejor ocasión para contar.

El encuentro entre relato y narrador se inicia con el acercamiento y mejor conocimiento de uno y de otro. En cuanto el narrador ha encontrado el cuento capaz de satisfacerle plenamente, surge el deseo de hallar la mejor manera de hacerlo llegar a los demás y para ello necesita adueñarse de él. Para lo cual reconstruye el relato, imaginándolo, ordenando mentalmente los hechos, visualizando los personajes y escenarios, buscando de qué habla, haciéndole preguntas y preguntándose a su vez cual es el atractivo de este relato que le provoca la necesidad de contarlo a los demás.

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La palabra oral es efímera como el vuelo del pájaro. Tan pronto se ha producido queda solamente la memoria de su sonido y, con un poco de suerte, lo que se ha dicho y cómo. Al llegar a esta conclusión, el narrador empieza a interesarse por poseer mecanismos, recursos y técnicas que le ayudaran a mejorar la calidad de su forma de comunicar.

Se hacen presentes aspectos como:

–la calidad y la riqueza de la propia entonación;

–la pronunciación y articulación de los sonidos

–el tono de la voz, su conservación y mejoría el uso de la respiración (mejora la calidad de la voz y su acompañamiento corporal)

–el cuidado del lenguaje (austero, simple, coherente, pero capaz de emocionar).

Cuanto más rica y llena de matices llegue la palabra a oídos de los oyentes, mejor sabrá cumplir su poder sugestivo y evocador.

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Tan pronto como el homo narrans se da cuenta de que es mucho más fácil transmitir los relatos escogidos para la ocasión cuando su única pretensión es ofrecer el máximo protagonismo al relato, pues, éste es, en el fondo, el invitado principal a la gran fiesta de la palabra. Otra constatación: el narrador se comunica verbalmente con mayor fluidez cuando se sabe arropado por las miradas de quienes le escuchan, pues en ellas puede descubrir la intensidad de este momento.

Pero hay ciertos factores de tono técnico y anímico que no hay que dejar de lado pues también de ellos depende el buen andar de la narración:

–Observar la distribución del público y ubicarse de la mejor manera posible respecto a él.

–Echar una ojeada rápida para captar su composición (edad, predisposición, etc.).

–Sentirse relajado y, a la vez, concentrado hacia lo que se va a hacer (esto predispone positivamente al público).

–Preparar cuidadosamente el momento de iniciar la narración, otorgándole un tono contenido, casi íntimo, con el fin de que pueda ir creciendo paulatinamente.

Conviene recordar que una de las cosas que más desea el oyente es que el narrador sea capaz de emocionarle, haciéndolo soñar con la fuerza poética de su forma de contar.

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Para terminar, aunque sea provisionalmente, quisiera rendir mi particular homenaje a la acción de contar y, muy particularmente, a esta fuente sonora a la que llamamos voz, apropiándome de estas palabras de Paul Zumthor:

“Sea cual sea la fuerza expresiva y simbólica de la mirada, el registro de lo que es visible está desprovisto de esta densidad concreta de la voz, de este carácter táctil del suspiro, de la inmediatez de la respiración. La palabra puede reactivar sin parar el juego del deseo por el objeto ausente y, sin embargo, presente en el sonido de las palabras.”

Roser Ros i Vilanova

Bibliografía consultada:

BREDNICH, Rulf Wilhem

L’aranya a la iuca. Llegendes urbanes d’avui

A: Revista d’etnologia 4; pp. 32-43

CABORIT, Lydia

“Les métamorphoses”

A: La grande oreille 4

CALVINO, Italo

Seis propuestas para el próximo milenio

Madrid: Siruela, 1989

ROS, Roser

Les rondalles d’animals: el cas del cicle de la guineu i el llop

Tesi inèdita Barcelona: Universitat de Barcelona, 1996

SOLÓRZANO PÈREZ, José Antonio

Homo narrans, función educativa de los mitos: la literatura como filosofía narrativa

A: Educadores 175-176; pp. 263-298

ZUMTHOR, Paul

Introducción a la poesía oral

Madrid: Taurus, 1991

Revista N. Núm. 3. Primera època. De boca a orella. Any 2001, pp. 7-9.