El maratonismo
por Inongo–vi–Makomé
Desde hace unos años, venimos asistiendo a un fenómeno novísimo dentro del mundo de la narración. No sabría decir exactamente quien o qué ciudad empezó con el evento del llamado maratón de los cuentos. Lo único que sé es que hace bastante tiempo que esto ocurre y muchos de nosotros hemos contribuido a levantarlo.
Soy extranjero en este país y en esta cultura, aunque ya llevo viviendo más de tres decenios aquí. Tan larga convivencia con esta cultura me ha permitido observar con atención todo lo que acontece a mi alrededor y hacerme llegar a la conclusión de que, a diferencia de otras formas de ser y de vivir de otros pueblos de la tierra, en esta parte del mundo se vive de, por y para la moda. Y los maratones de cuentos que han ido brotando como setas a lo largo de la geografía española es una moda más que está de moda.
Los he visto de todo tipo, desde los que duran veinticuatro horas, o más hasta los que tardan menos. Amén de hartarme y hasta de emborracharme de cuentos, no he dejado de preguntarme sobre lo que debemos entender actualmente por narrar un cuento.
En plena efervescencia de los matarones de cuentos, he visto casi de todo: desde textos escritos con precipitaciones y leídos a continuación como discursos políticos, hasta cuartetos que, guiones en mano, interpretan teatro…
Y aquí es donde reside precisamente mi duda. En una matarón de narraciones de cuentos ¿se debe aceptar todo y de todo? Lógicamente, como hablamos de cuentos, la interpretación teatral de un cuento tiene algo que ver con lo que se está celebrando, por lo que seguramente no tardaremos en ver, también en estas maratones, proyecciones de Walt Disney y de otros productores de cine argumentados sobre los cuentos.
No dudo de que las personas hemos de evolucionar, adaptarnos y adaptar las artes que practicamos a los tiempos modernos para así saber caminar con ellos, pero a pesar de esto, temo que nos estemos cargando un arte precioso y serio como es el arte de contar cuentos.
En el show de las maratones de cuentos, el narrador, en la narración de un cuento, está alejándose bastante, y hasta diría que mucho, de la base primitiva de aquel, pero no para su mejora, sino todo lo contrario, y sería un lástima si los amantes de este arte no lo corrigiéramos a tiempo.
Inongo–vi–Makomé
Revista N. Núm. 3. Primera època. Què en penseu de… | Any 2001. Pàg. 19