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Contes de la tradició oral a Cuevas de Ayllón, Soria

Contes de la tradició oral a Cuevas de Ayllón, Soria

La zorra y el alcotán

Pues esto era un zorra que cuando nevaba mucho antes en ivierno y hacía mucho frío, que antes sí que hacía, pues ni encontraba comida ni nada. Y se pasaba diendo y viniendo por la Peñuelas por si caía alguina paloma, porque allí había muchos palomares, pero nada, que no caía ninguna y en lo encimero de la Peña Zorrera vio un alcotán y fue por detrás y lo agarró con sus colmillos. Y el alcotán fue y le dijo:

–Oye, zorra, antes de que me tragues tienes que decir “yo al alcotán me comí”.

Y entonces la zorra abrió la boca para decir que al alcotán me comí y bien contento dijo el alcotán:

–A otro palurdo será, que no a mi.

Y se escapó en un vuelo por el río, hacia los risos.

La lechera

Era una vez una moza de un pueblo que su vaca había parido y se puso contenta porque daba mucha leche y ella la llevaba a vender, porque la leche era entonces muy escasa. Un día, después de ordeñar su vaca, llenó bien colmado de leche un cuenco de barro, se lo puso en la cabeza y lo llevó a vender. Iba por el camino más contenta ue un ocho con su leche y entonces empezó a pensar lo que haría con ese dinero: “con lo que me saque de esta leche me compraré más huevos, se los pondré a la gallina clueca, saldrán muchos pollos y luego tendré un montón de gallinas. De aquí a que llegue a la feria tendré más de trescientas, las venderé todas y con el dinero me podré comprar el mejor traje de todo el contorno.

Como estaré la más guapa, el día de la fiesta vendrán todos los mozos a sacarme a beilar y los pienso decir a todos que no. Hasta que venga el más guapo y le diré entonces que se case conmigo y se casará y las daré envidia a todas.”

Pues iba tan contenta pensando ya en el día de la boda, hasta que pisó una piedra gorda que había en el camino y del empellón se cayó el cuenco. Y se quedó sin leche, sin traje y descompuesta y sin novio.

“Nunca cuentes los polluelos

sin que salgan de los huevos”.

Calzas blancas y calzas negras

Dicen que hace muchos años, había un mozo muy valiente en el pueblo, que siempre estaba echándoselo en cara a los demás. Y decía que él no tenía miedo a nada, que podía ir a cualquier sitio cuando quisiera y solo, que no tenía miedo ni a los vivos ni a los muertos y que quien se apostaba algo que él iría donde le dijeran. Entonces, se acercaron otros dos mozos que estaban un poco hartos de sus cuentos y le dijeron que si era tan valiente que a ver si esa noche iba solo al cementerio por la noche y que se apostaban un cuartillo de vino y un cacho de chorizo en la taberna. Él se reía de ellos y les decía que estaban locos. Los otros le dijeron que con una condición:

Tienes que ir vestido con una ropa negra larga y por toda la Calzada hasta el cementerio ir diciendo “Calzasblancas, a que no me alcanzas”.

Él decía que iría bailando y saltando y que cantaría lo que quisiera o lo que ellos dijeran.

Entonces, los otros se fueron antes al Camposanto y se taparon con largas sábanas y él iba tan valiente por la Calzada con su cantar “Calzasblancas, a que no me alcanzas”, y así muchas veces, hasta que llegaró a la puerta y ya estaba convencido de ganar su apuesta. Pero cuando al acercarse a la puerta del Camposanto dijo “Calzasblancas, a que no me alcanzas”, los otros salieron de dentro saltando la pared gritando “Calzasnegras, a que no me esperas”, y él, que no se lo esperaba y creyó que eran las mismas ánimas del Purgatorio, apretó a correr tan deprisa y con tanto miedo que llegó a la plaza en menos que canta un gallo.

Y desde esa noche, nunca más se atrevió a salir solo del poyo de su puerta y que se podían beber ellos el vino, porque a él se le indigestaría.

“Colorín, colorete,

aunque te creas valiente,

no provoques a la gente”.

Aquests tres contes són només una mostra del ric material de la tradició oral conservada en un poble de la província de Sòria, Cuevas de Ayllón, on va néixer un dels dos signants d’aquesta nota. Al llarg de tot el treball de camp, sempre amb persones més grans de setanta anys, es van produir situacions curioses. Per exemple, aquesta sensació gairebé elèctrica què encén el crit de la memòria, quan es tornen a sentir històries ja escoltades a la infància, què van quedar gravades per sempre, sobre tot, perquè ara es pot percebre el vincle amb una cultura construïda i transmesa durant moltes generacions, no sempre admesa ni valorada per les cultures oficials, úniques escrites amb majúscules arreu.

El treball de recollida de material va tenir les seves dificultats. Al principi, la gent gran què vam consultar es mostrava una mica reticent, però ens vam adonar que aquesta actitud era fàcilment superada des del moment que apreciaven el nostre interès per escoltar-los i la nostra valoració positiva cap a la seva tradició, entesa com una forma de cultura pròpia, què els identificava amb el seu passat.

En expressar el nostre objectiu de recollir-lo per tal de donar-lo a conèixer al jovent, abans de la seva desaparició definitiva, es van obrir totalment. Vam poder descobrir així una rica tradició oral, on els contes més universals apareixen adaptats a la seva pròpia situació vital, fins i tot amb el registre lingüístic adequat. També van comprovar que a contar hom aprèn socialment, i que si es fa amb passió i mestria, es pot transmetre tot el misteri què roman al llarg dels temps. Però igualment que els contes amaguen una màgia compartida tant per qui els narra com per qui els escolta, i que, encara que el món estigui tant tecnificat, la comunicació amb relats orals, quan es fa amb la força imprescindible i una llengua directa i senzilla, segueix captivant.

I aquesta màgia es pot percebre amb sensacions diverses en les diferents etapes de la vida. Es poden recordar les esgarrifances i pors infantils, quan els avis narraven, amb descarnat realisme, la valentia del Calzasblancas i el terror del Calzasnegras, i hom imaginava atemoritzat a la porta del cementiri. Però quan se sent molts anys després, la sensació és una altra, encara que el misteri del narrador continua intacte. Com també segueix intacta la mestria per intentar atraure al receptor abans de començar qualsevol narració, o per tal de despistar l’oient en un no res, si l’emissor no se sent motivat a complaure amb una història:

“Cuento, cuento,

maricuento,

la burra preñada

y el boche contento”.

“Tres pelotitas:

una para Juan,

otra para Pedro

y otra para el que hable

y se ría el primero”.

“La mujer del herrero

ha malparido.

Y ahora dice el herrero:

–“Todo el trabajo perdido”.

Així, amb aquests jocs lingüístics, et podien regalar El pastor mentiroso, El pastor que no podía tener hijos, El pastor que no sabía tener hijos, Pulgarcito y el ojanco, El que fue a tierras lejanas, Los siete cabritillos, Garbancito, ¿Dónde está Francisco?, El alicáncano del cura, El ladrón que se fue a confesar, La letanía, Contar burros, El hijo muerto y la matanza, Los calzoncillos del alcalde o El cuento del cura.

O La lechera, l’adaptació realista del qual portava a pensar en qualsevulla mossa del poble i el dia de la festa major hom fixava qui podria ser la misteriosa noia. O La zorra y el alcotán, la història del qual sempre abocava el somriure de que la agudesa de la “zorra “ acaba en pura ingenuïtat en front la sagacitat del “alcotán”. Són els contes que ells fan seus, puix que formen part de la vida social i familiar, amb el seu propi lèxic i aquests finals irònics d’una clau interpretativa: que el conte i la realitat són dimensions diferents que no es poden confondre, però tampoc excloure. “Y se quedó sin leche, sin traje y descompuesta y sin novio”.

Silvano Andrés de la Morena

Carme Muñoz Gimeno

Revista N. Núm. 7. Primera època. I per postres, uns quants contes. Any 2003, p. 22