Dime qué cuentas y te diré…
por Martha Escudero
Independientemente de las habilidades comunicativas que el narrador oral debe tener, su materia prima son los cuentos, los relatos.
¿Qué relatos elegir? ¿Cómo crear el repertorio?
El porqué un cuento nos gusta es bastante subjetivo y personal.
En la mayoría de los casos elegiremos aquel relato que nos impresiona, que nos atrapa. ¿Porqué este y no aquel otro? Puede ser porque en ese relato encontramos un eco de nosotros mismos, encontramos un espejo. Nos reconocemos conscientemente en algún personaje, en algún paisaje o en algunas acciones.
La elección de un relato es un proceso muy íntimo en el que nuestro bagaje sociocultural, nuestra experiencia e historia personales, nuestros gustos, creencias y tendencias serán una pieza clave. Porque para encontrar aquel relato que nos atrape, ya sea en un libro o en la boca de alguien, debemos sobre todo escuchar.1 Tomar conciencia, si ya hemos narrado delante de un público, de lo que los chicos o grandes disfrutan y gustan de oír o en caso contrario, de lo que a nosotros mismos nos hace vibrar y disfrutar cuando escuchamos a otro.
Una vez hecha la selección comienzan las preguntas, las pruebas.
Primera Prueba:
¿Este relato2 puede ser narrado? ¿Se puede contar?
Queremos ser narradores orales y por lo tanto, nuestro medio de expresión es básicamente, la palabra viva, hablada. Y la palabra necesita ser escuchada para que se dé la comunicación. Por tanto al hacernos esta primera pregunta debemos pensar en el otro, en las escuchas que recibirán nuestras palabras. Y ¿qué debe tener este mensaje oral para ser atractivo, para que encuentre orejas dispuestas a recibirlo y memorias dispuestas a acogerlo?
Un día durante una sesión, un niño, que no debía tener más de 10 años, me dijo: “vale, vale, pero dime qué pasó”. Más allá de la impaciencia y de la prisa por vivir propia de su edad me decía algo muy importante: quiero que me cuentes cosas que pasan.
Esto me lleva a pensar que en la tradición oral además de las características de personajes, objetos y lugares que pueden ser magistralmente descritos, el meollo del asunto es lo que pasa, las cadenas de acciones o acontecimientos en que estos personajes, objetos y lugares se ven inmersos.
El escritor uruguayo Eduardo Galeano, uno de mis preferidos, escribe cada semana en un diario de México lo que el llama Ventanas, las llamará así tal vez porque las ventanas son esos espacios a través de los cuales se puede mirar la realidad. Las Ventanas son pequeños textos capaces de movernos hasta la última partícula. También hay ventanas en su libro Las Palabras Andantes y estos pequeños textos aparecen en muchas de sus obras, como en El libro de los abrazos. Y como muestra un botón:
«Un hombre de las viñas habló, en agonía, al oído de Marcela. Antes de morir, le reveló su secreto:
»–La uva –le susurró– está hecha de vino.»
Marcela Pérez-Silva me lo contó, y yo pensé: “Si la uva está hecha de vino, quizá nosotros somos las palabras que cuentan lo que somos”.3
Me gusta, y mucho. Me identifico, me veo reflejada y me gustaría compartirlo con otros. Pero entonces tomaría el libro y leería o repetiría, palabra por palabra, de memoria, las palabras de Galeano.
Pienso que como recreadores de relatos, como contadores de cosas que pasan no es lo que nos ocupa.
Si hemos superado la primera prueba, si hemos identificado en el relato “las cosas que pasan”, podemos llegar a la segunda prueba.
Segunda prueba:
¿Qué me dice este relato? Partiendo de que cada relato tiene una estructura, una lógica interna, una edad y una carga cultural, habrá que preguntar: ¿cuál es el significado de cada personaje, de cada lugar, de cada objeto, de cada acción?
Este es el momento de entablar una relación muy personal con el relato con la intención de hacerlo parte de nosotros mismos, de metabolizarlo.
Es un momento de análisis para llegar a conocer, lo más profundamente posible, el relato elegido.
No podemos descuidar que como individuos formamos parte de una colectividad, desde la más cercana e íntima hasta la dimensión universal del hombre, la gran familia humana. De que paseamos entre lo privado y lo público y de que cada uno de estos ámbitos marca y condiciona formas de ver la vida, éticas y morales.
Me propuse contar un cuento en el que aparece un personaje, que llamaré, por decirlo de alguna manera “malo”. Este personaje esta representado por una esclava negra. Este cuento, de tradición oral, fue fijado en la escritura en el siglo XVII, de manera magistral por Giambattista Basile.4 En ese contexto una “esclava negra” representaba el estrato más bajo de la estructura social y concentraba todo lo peor de un ser humano, era un ser despreciable.
Conservar las características morfológicas del personaje en nuestro momento histórico me parece una irresponsabilidad. Sobre todo porque, para la lógica interna del relato, el hecho de que el personaje sea mujer, negra y esclava, no es importante. Sin embargo su calidad como persona es determinante.
Es por eso necesario hacer al relato elegido todo tipo de preguntas: ¿y qué pasaría sí…? ¿Y sí en lugar de…? ¿Y si quito…? ¿Y por qué eso o allí o de aquella manera?
Cuando hayamos encontrado respuestas, y si son satisfactorias, podemos aún hacernos otra pregunta: ¿aún me emociona, aún me tiene atrapado este relato?
Si la respuesta es negativa podemos dejarlo descansar. Tal vez no era el momento, tal vez más adelante lo volvamos a encontrar y entonces sí…
Si por el contrario la respuesta es si, llegamos a la tercera prueba.
Tercera Prueba:
¿Cómo lo cuento? Es el momento de conjugar la experiencia y la sensibilidad, momento de recordar,5 de recordarnos como narradores o como oyentes. Momento delicado y de profunda reflexión.
Identificada cada parte del relato, toca elegir la paleta de colores: ¿qué intenciones? ¿Qué tonos? Pincelada impresionista o detalle figurativo.
¿Y el ritmo? ¿Qué cadencia?
Como narradores orales tenemos el compromiso, adquirido de buen grado, de vestir al lenguaje con su función poética. ¿Qué palabras? ¿Qué combinaciones? ¿Qué silencios? ¿En qué momento?
Una vez superadas estas tres pruebas tendremos la urgencia, la necesidad de llevar ese relato a su destino: la escucha de otros.
Es entonces cuando comenzamos otro proceso, el de sembrar esta semilla, este relato en la escucha de otro y en la de nosotros mismos. A partir de aquí y si tenemos cuidado y las condiciones del entorno son propicias, el relato podrá crecer, florecer y dar fruto y nosotros lo haremos con él.
Seguiremos manteniendo con él una intima relación de conocimiento, reconocimiento y en cierta medida, de dependencia. Los relatos se han preservado, han crecido gracias, en parte, a los narradores que los han contado.
Esta relación relato-narrador puede ser muy placentera, pero también peligrosa. No sé si existen relatos capaces de “matar” al narrador. De lo que sí estoy segura es de que el narrador puede “hacer desaparecer” al relato, y sin que parezca un accidente.
El relato se nos revela entonces como una pareja frágil a pesar de su fuerza; delicada, a pesar de su indestructible estructura y sumamente amorosa porque casi depende de su media naranja, del narrador, para seguir existiendo. Como narradores necesitamos cosas qué contar, cosas que decir, necesitamos relatos, son nuestro alimento y ya se sabe lo importante que resulta cuidar la dieta para mantener una buena salud. Elegir buenos productos, cocinarlos adecuadamente y comerlos poco a poco, masticando bien nos asegurará una larga vida como narradores.
Martha Escudero
1. Escuchar entendido como un proceso que implica una actitud de receptividad, seguida de una elaboración desde lo personal para dar una respuesta más ajustada a cada momento.
2. Utilizo la palabra relato para referirme, de acuerdo a multiples clasificaciones, a cuentos de diferentes tipos, a leyendas y a mitos.
3. Galeano, E. El libro de los abrazos. Siglo XXI de España Editores, Madrid, 1994.
4. Basile, G. El cuento de los cuentos; Ed. Siruela, Madrid, 1994.
5. “Recordar: del latín re-cordis, volver a pasar por el corazón”, Galeano, E., idem.
Revista N. Núm. 4. Primera època. De boca a orella. Any 2002, pp. 5-7.