Un cafè amb… Martha Escudero, Alicia Molina i Numancia Rojas
La revista N va decidir entrevistar tres persones que dediquen part del seu temps a la programació de contes per a adults a diferents locals de Barcelona, per tal d’analitzar la situació i l’estat de salut d’aquests cicles, a banda d’esbrinar les influències dels uns sobre els altres. Aquestes persones són: Martha Escudero, que porta la programació del Harlem Jazz Club, Alicia Molina, que porta la programació de l’Astrolabi i del Valentina junt amb la Inés MacPherson i el Joan Boher, Numancia Rojas, que porta la programació de la Casa de los Cuentos.
Revista N – ¿DESDE CUÁNDO PROGRAMÁIS?
Martha – Desde hace 17 años.
Numancia – Desde el año 2007 en la Casa de los Cuentos, pero antes había programado en el Museu de Cera, el Bosc de les Fades, el London Bar, el Elèctric… Alicia – En Barcelona, desde diciembre de 2011, pero en Cardedéu abrí un espacio para la narración alrededor del año 2005, y en Granollers también programé durante otra temporada.
Revista N – ¿CREÉIS QUE ES BUENO PARA EL PÚBLICO Y PARA LA NARRACIÓN EN GENERAL QUE SE VAYAN ABRIENDO MÁS ESPACIOS DE PROGRAMACIÓN? ¿OS HACÉIS COMPETENCIA? ¿OS PERJUDICA U OS BENEFICIA LA COMPETENCIA?
M – Creo que está bien que se abran nuevos espacios, pero siempre que se conserven unos principios éticos y profesionales de funcionamiento. Si queremos una programación profesional, tenemos que ser programadores profesionales y verlo como un «negocio», en el buen sentido de la palabra. Si, por ejemplo, se organiza un espacio de asistencia gratuita, puede ser perjudicial para los que cobramos entrada.
N – Incluso creo que se deben igualar los precios por una cuestión ética. La idea es no hacer competencia desleal. Nunca voy a poner una sesión de cuentos de narradores profesionales a 3-4€, entre otras cosas porque con un importe así ¿qué le quedaría a la persona que cuenta?
A – Yo opino que es cierto que hay lugares como el Harlem o la Casa de los Cuentos que ya tienen un recorrido y una solidez. Sin ánimo de ser desleal al oficio ni a nadie, las mismas características de los locales no admiten comparaciones (por ejemplo, en el Astrolabi, que es pequeño, el dueño cuida con cariño el espacio de contar). Abrirse camino en estos momentos con esos factores que todos sabemos y con los que nos tenemos que afrontar: hacernos a un lugar, a un público, a una asiduidad… no es nada fácil. En el Valentina hemos empezado con una entrada de 5€, a revisar al final del trimestre. En cualquier caso, somos conscientes de que no es la solución perfecta, pero en todo momento hay detrás una ética y un cuidar todo lo que en estos momentos está a nuestro alcance.
Revista N – ¿HAY PÚBLICO PARA TANTOS ESPACIOS?
M – Es una pregunta pertinente. Creo que nos convendría no «sobreprogramar», o sea, proponer sesiones el mismo día a la misma hora. Y otra cosa importante, que el público no tenga que elegir entre una sesión que vale 12€, otra que vale 6€ y otra que es gratis. No se trata solo de que las programaciones estén consolidadas; estás hablando de narración profesional. Si vas al Teatro Romea o al Teatro Nacional, sabes que pagarás 15-20€, y si vas a ver al grupo amateur en el teatro del barrio, pagarás 3-4€; pero no los comparas en ningún momento. Es importante que la gente sepa qué está pagando. Para mí ése es uno de los principios básicos de la ética de los programadores. A todos nos interesa que haya público y también gente nueva: nuevas propuestas. Pero es importante que el público sepa que está pagando un espectáculo de un narrador que comienza, o de un narrador profesional… En ese sentido, también hay que educar al público. O sea, ya no es solamente que hay poco público, sino que no está educado. Está acostumbrado a cosas gratis, y esa es una dificultad añadida. El Harlem tiene condiciones ventajosas, ya que yo le pago al camarero, al artista, al de la taquilla, pago el programa, pero no tengo que pagar el local, ni las licencias. Pero otros, como la Casa de los Cuentos, tiene que pagarlo todo.
A – En mi opinión creo que hay un público potencial al que no sabemos llegar y que haciendo más trabajo en red entre nosotros (programación al inicio de temporada, difusión…) todos nos beneficiaríamos. Por otro lado, a mí, personalmente, no me gusta la división entre narradores profesionales y narradores amateur… todos cabemos. Entiendo que hay un tema económico, pero creo que hay que ver otras cosas que no están funcionando. Sería un buen momento para hablar y ver cómo enfocar una programación, no conjunta, porque cada uno tiene que tener sus beneficios, pero…
M – No solamente sus beneficios, su toque.
A – Sí, pero ayudándonos más con lo que estamos haciendo.
M – ¿En qué sentido?
A – ¿Trayendo a gente que pudiera tener varias sesiones en distintos espacios?
M – No tenemos público para eso: o sea, si trajéramos a Quico Cadaval y se presentara el viernes en la Casa de los Cuentos, el sábado en el Harlem y el domingo en la Valentina, no habría público suficiente.
A – Pero, a lo mejor, sumando esfuerzos, podríamos llegar a muchísima más gente de la que estamos llegando ahora. También quiero aclarar que en el momento de elegir día en el Valentina una de nuestras premisas fue no pisar ningún día de otras programaciones dentro de lo que era viable.
N – Estáis el domingo. Y yo aquí programo el domingo a las 20h.
A – Sí, nosotros programamos a las 19h. Pero, por otro lado, creemos que en el Barri Vell hay otro sector de gente diferente del que hay aquí en Gràcia.
N – El público es muy poquito. Tenemos público que viene de l’Escala para ver una sesión de cuentos, y cuando esta gente ha llegado a Barcelona ya les da lo mismo venir aquí que ir a la Valentina.
A – En cualquier caso, lo que sí se podría pensar es en cómo hacer para sumar público: hacer trabajo en los barrios, desde las escuelas, los institutos… para crear escuchadores de cuentos que en un futuro acudan a las sesiones.
M – Me parece que hablamos de dos asuntos muy distintos. Por un lado, está el tema de la sensibilización, pedagogía, es decir, lo que es la escucha entorno a la narración oral. Y por otro lado, la programación de la narración oral. Es mejor no confundirlos. A mí manera de ver tenemos que tener una visión de «negocio» porque estamos ofreciendo un producto cultural, y dentro de ese negocio, tenemos que encontrar nuestro público. Y puesto que no tenemos dinero para invertir en publicidad, pero afortunadamente sí tenemos redes sociales y otras plataformas de internet, contamos con muchas herramientas. Tenemos que formarnos como programadores y como vendedores de una oferta cultural underground, que es lo que somos. Nosotros, como programadores, tenemos que movilizar ese sector, pero no como dinamizadores.
A – Yo no lo veo tan descabellado. Creo que nos hemos centrado mucho en una franja de edad, y existe otra, el público de universidad y de personas de unos veinte y pico años a la que no llegamos. Es ahí donde creo que, si sumáramos esfuerzos para dar a conocer nuestro oficio, todos saldríamos ganando.
M – Si se abren nuevos espacios, estaría bien que nacieran con esa filosofía. Sería interesante, por ejemplo, abrir circuitos en otros lugares, fuera de Barcelona. Porque en esta ciudad hay una oferta cultural brutal y la narración oral queda desdibujada, sin prestigio, sin reconocimiento. Hay que trabajar muchísimo, dar cursos y vivir aquí para que haya un grupo de personas que se hagan asiduos, y estos «asiduos» no crecen exponencialmente.
N – Normalmente, a mis talleres vienen personas de entre dieciocho y treinta años. Pero el alumno más joven que he tenido, tenía diez, y la alumna de más edad, tenía 84. Por lo tanto, a nuestras sesiones de cuentos acude gente de la franja de edad que tú mencionas. Yo reparto publicidad entre mis alumnos y además le pago a una chica para que una vez por semana recorra sitios donde puedo atraer gente. Pienso que el problema no es la edad. Fíjate, que yo creo que lo ideal sería conquistar a personas de más de 35 años, que son los que tienen más dinero.
M – En el Harlem, la media de edades es de 45-50 años.
N – La nuestra es de treinta.
M – La cuestión es que cada uno de nosotros debe tener un proyecto y una propuesta, y cada uno ha de ir mirando y aprendiendo, y dándose de topes, y volviéndolo a intentar, inventando y descubriendo. Tú misma decías el otro día que hay que buscar una plataforma para difundir todas las sesiones; y esa plataforma ya existe: NAOCAT.
A – Sí, y tendríamos que impulsarla más.
Revista N – VOLVIENDO A LOS NARRADORES: ¿EN QUÉ CONDICIONES SOLÉIS CONTRATARLOS?
M – En el Harlem, hemos fijado un mínimo de 110€ que se paga al narrador si se venden entre 0 y 30 entradas. A partir de ahí hemos hecho una escala teniendo en cuenta el precio de la entrada general, el precio de la entrada por Atrápalo, el precio de la entrada por abono, y vamos subiendo la retribución hasta un máximo que está fijado en 220€, y que se paga cuando hay más de 60 entradas vendidas. Eso nos permite un margen de ganancia para cubrir todos los gastos. A veces el cuatrimestre termina en números rojos y a veces no. He invertido en una web, en un mail que se envía automáticamente cada semana, etc. Además, tengo un fondo de maniobra porque, pase lo que pase, el narrador tiene que cobrar su sueldo. Este es mi pequeño negocio, y como empresaria que soy, arriesgo, tengo un presupuesto y he aprendido a llevar libros. Quiero tratar a los narradores como quiero que me traten a mí como narradora.
N – Yo, lamentablemente, no tengo un fondo que pueda solventar unas cantidades fijas; vamos a taquillaje. El narrador cobra el 60% y yo cobro el 40%. Con ese 40% se paga la sala, la luz, el cartel, la difusión… Hay veces que el narrador se ha llevado 200 y pico euros. Otras veces, excepcionalmente, si viene muy poca gente, le doy toda la caja al narrador. Pero eso no es lo ideal, porque yo ya he hecho una inversión. A lo mejor he invertido hasta seis horas en diseñar el cartel, porque no soy profesional, he impreso el flyer, lo he repartido, he enviado correos…
A – Nosotros también vamos a taquilla. En l’Astrolabi el narrador se lleva el 100% de lo que se cobra, ni Inés ni yo cobramos por nuestro trabajo. Y, aunque es un local pequeño, en alguna sesión el narrador se ha podido llevar hasta 60 y pico euros. En la Valentina, en cambio, el narrador se lleva 3/5 partes de la entrada, el local 1/5 y nosotros, como programadores, 1/5. Hacemos énfasis en la promoción para garantizar un mínimo de público y que salgan las cuentas. Somos conscientes de que no es lo ideal, pero estamos empezando.
M – Aquí hay otro tema. Nosotros, como programadores, contamos (y en el Harlem siempre es así) con que el narrador también traerá a sus seguidores. Contamos con que ellos hacen su difusión. Si a alguien hay que pedirle un trabajo conjunto es a los propios narradores: que envíen correos, publiquen en sus webs, facebooks, etc. Es una forma de ayudarnos mutuamente, porque el que lleva la programación no solo tiene que pagar al narrador. Además, en los casos en que se programa en un sitio que se dedica a otra cosa, como en el Harlem, hay que tener en cuenta que éste tiene su negocio y yo tengo el mío, y que deben ser provechosos ambos.
A – Estoy de acuerdo en que el hecho de que el narrador haga promoción es importante. De la misma manera que también sería importante que compartiéramos las de otros compañeros narradores. Nosotros, desde la red social, compartimos contadas que no son las nuestras, porque creemos que es importante que hagamos esa difusión. Además, todo suma para todos: si el público sale contento de las sesiones que se hacen en el Harlem, y en otro momento hay una sesión en la Casa de los Cuentos, es público potencial que entrará en ese circuito.
M – El público va aprendiendo y decide que quiere ver a fulano sea donde sea que se presente.
Revista N – ¿QUÉ CREÉIS QUE ATRAE MÁS, EL NARRADOR, LA INSTITUCIÓN QUE LO PRESENTA, EL TÍTULO DE LA SESIÓN…?
N – Hay unas chicas que son el claro ejemplo de lo que significa un buen título. Cuando tenían la sesión «Isa, la fada sense ales», venían 40 personas cada domingo a verlas. Un buen día, propusieron «Les rondalles de l’Olívia», pues bien, no salíamos de cuatro personas por sesión. Yo hago la misma difusión para una cosa que para la otra. Por eso se lo explico siempre a mis alumnos de tercer nivel: el título es lo más importante, así es que les hago hacer una sesión en la que les valoro el título, el contenido de la sesión, el diseño del cartel, la puesta en escena y todo lo demás. Yo tenía una sesión que me tenía cansada, «Placeres de Afrodita», pero esa sesión me dio de comer y mantuvo la Casa de los Cuentos durante cuatro años. La hacía tres veces por semana y llegó un momento que ya no podía más. Cobraba 12€ y tenía 30 personas de promedio, con tres o cuatro sesiones a la semana. Luego hice la sesión «Amazonas» (sesión a la que le tengo mucho cariño) y venían dos personas a 5€…
M – Eso pasa en todos los espectáculos escénicos. De todas formas, volviendo a lo que preguntabas, yo no creo que la gente escoja el sitio. El que está familiarizado con la narración, escoge el narrador. El que no, escoge el título. Otros, leen la sinopsis. Entonces, ahí también tienes que vender, y como programador puedes tener diferentes actitudes: «te pongo en la cola, ya te llamaré» ó «mándame una propuesta y la ficha técnica».
N – Entre los narradores orales hay poca gente a la que le pidas que te mande título, cartel, etc., y lo haga; o a la que le pidas una sinopsis de 39 palabras y no te mande 390; o aquellos a los que le pides un título y te mandan cinco y te dicen que elijas tú. O te envían fotos de mala calidad, con bajísima resolución, y te dicen que escojas tú. No suelen hacer el cartel, que es lo que yo les pido para ponerlo toda la semana fuera, ya que hay mucha gente que viene porque lo ve en la calle.
Revista N – AHORA VAMOS A LA PROGRAMACIÓN: ¿CÓMO ESCOGÉIS A LA GENTE QUE VIENE A NARRAR?, ¿CON QUÉ CRITERIOS?
M – Yo tengo el registro de las entradas del Harlem desde hace muchos años, o sea, de cuánto pú- blico llama cada narrador. Entonces, trato de incluir en cada cuatrimestre narradores que son «mantenedores» del Harlem. En este momento, somos Yoshihira Hioki y yo. Por tanto, indefectiblemente, Yoshi tendrá en un cuatrimestre por lo menos una o dos sesiones, y yo también. De fuera, procuro incorporar a alguien siempre, pero solo uno, porque por muy bueno que sea, la gente no lo conoce y no va. También me gusta que cada cuatrimestre haya una o dos propuestas de narradores que no han venido al Harlem: bien son narradores que empiezan a trabajar a un buen nivel de programación, o bien algún espectáculo nuevo que yo he visto. Procuro que haya un poco de todo.
A – En el Valentina el criterio ha sido empezar por traer narradores que atraigan público; gente de primera línea. En el caso de l’Astrolabi son solamente dos jueves al mes, la rotación da para poco, el criterio es más laxo, además de procurar que cada trimestre Inés y yo podamos tener una sesión cada una para compensar el esfuerzo invertido.
N – Yo los sábados programo a profesionales y los domingos programo a gente amateur, gente que está empezando. Antes programaba por ciclos: cuentos eróticos, cuento literario, cuento de tradición oral, cuentos de mujeres… Ahora busco profesionales para el sábado y gente amateur para el domingo. Y me refiero a amateurs en el sentido de que a lo mejor están contando en distintos sitios, pero todavía no podemos llamarles profesionales porque no tienen el cartel hecho, ni han hecho su sesión doscientas o trescientas veces, ni están dados de alta en la seguridad social, ni en hacienda… El viernes lo he dejado para la poesía y la música, y por si viene alguien de fuera.
Revista N – ¿CON QUÉ ANTELACIÓN PREPARÁIS LA PROGRAMACIÓN?
A – Nosotros, en l’Astrolabi, vamos justos. Acabamos de cerrar la programación a dos meses vista. En cambio, en el Valentina, dejamos el primer trimestre cerrado en septiembre. Tenemos la programación en una página de facebook de «Contes al Valentina», además de un blog y cuenta en twitter, y otra de «Contes a l’Astrolabi».
M – El Harlem programa cuatrimestralmente. Se prepara la programación de octubre a enero entre los meses de julio y agosto, y la de febrero a mayo entre los meses de noviembre y diciembre.
N – En la Casa de los Cuentos es algo diferente, porque nosotros cuando más éxito hemos tenido ha sido con unas sesiones que se llamaban «Juliol calent», que eran cuentos eróticos a las diez de la noche.
A – Lo de la hora suele ser una incógnita. Nosotros nos lo planteábamos en el Valentina para los domingos, y finalmente escogimos las siete de la tarde. Pero, con l’Astrolabi no sabemos si es mejor más temprano, o más tarde… De momento es a las nueve y media. N – Es curioso porque aquí el público de las sesiones es diferente del público de los talleres y del público que compra libros. Casi no se venden libros los meses de noviembre, enero, febrero y marzo, que es cuando más gente viene. En cambio, se dispara la venta a finales de marzo y cae en junio. Las sesiones de cuentos se disparan en junio y caen en octubre. Y todo así. Por eso no dejo de programar, salvo los puentes.
Revista N – ¿HAY ALGO MÁS QUE QUERÁIS DECIR?
A – Bueno, a mí se me ocurre que, dentro de unos mínimos, es preferible hacer las cosas aunque no sean perfectas de entrada. Y ese es el camino que hemos tomado con Joan e Inés para que, a base de mucho esfuerzo, como todo el mundo sabe, haya más espacios para contar. Espero que esta programación siga y que cada vez sea mejor para todos: para el narrador, para el local, para el programador y para el público.
M – A mí lo que me gusta de su iniciativa es que pidan ayuda, que intenten al menos no cometer los mismos errores. Ahí es donde puede existir la verdadera colaboración. Creo, básicamente, que hay que ser profesionales programando, porque desde la programación también dignificamos el oficio. No se trata únicamente de la cantidad de dinero que te pagan por tu trabajo, sino de como te consideran. No importa que te paguen 30€ porque vas a un lugar muy pequeño si en ese lugar la gente está para escucharte, el dueño del local está para su parroquia y hay respeto hacia el artista. Cada sitio tiene sus particularidades. Cuando hablábamos de estándares de entradas, hablábamos de espacios que tienen unas 60 personas de aforo; pero si hablas de otros espacios, que son pequeños rincones, bares entrañables… no es lo mismo. Debes tener presente en qué espacio estás trabajando, qué condiciones tienes y qué tipo de propuesta vas a hacer porque, como tú dices, los narradores necesitamos espacios para contar. E insisto, es importante que el público sepa que está participando de un espectáculo que está más que rodado, o que está frente a una nueva propuesta; que el público participe de esa información para crear su propio criterio.
N – Para acabar, diría por un lado que se vende más si programas por temática, para que el público sepa de antemano qué se va a cocer, pero eso tiene el problema de conseguir narradores que se ajusten a tu propuesta. Por otro lado, creo que podíais haber abierto un nuevo espacio en Cardedéu, porque ¡mira que viene gente de Cardedéu a la Casa de los Cuentos!
A – No sabía que había tanta gente de Cardedéu que viniera, aunque lo cierto es que tenemos un público buenísimo que sabe disfrutar de los cuentos y hacer disfrutar al narrador que cuenta. Estamos mirando de volver a programar allí. Todo a su tiempo.
N – Por cierto, cada quince días voy a Cardedéu a ver a mi ahijada, que antes de irse a dormir me dice: «Padrina, una abraçada, si us plau!».
Revista N – BONITAS PALABRAS PARA CERRAR ESTA ENTREVISTA. GRACIAS A TODAS!
Harlem Jazz Club – C/ Comtessa de Sobradiel, 8 – 08002 Barcelona – www.contesicuentos.com
Centro Cultural Valentina – Pça/ Regomir, 2 – 08002 Barcelona – Fb: Contes al Valentina
Casa de los Cuentos – C/ Ramón y Cajal, 35 – 08012 Barcelona – www.lacasadeloscuentos.info
L’Astrolabi – C/ Martínez de la Rosa, 14 – 08012 Barcelona – Fb: Contes a l’Astrolabi
Revista n 11. segona època. Un cafè amb… 2014 p.12