Síntesi i Bibliografia de l’Ada Cusidó
L’Eulàlia va néixer al Segle IV a Sarrià. De família benestant, deien que de petita sempre ajudava als que més ho necessitaven. Reb moltes atencions per part de la família, educada en la humilitat i la prudència i per l’amor a Déu nostre senyor. De caràcter jovial, alegre, nerviosa i impacient per desafiar al món amb la veritat. Símbol de solidaritat i de defensa per la justícia, representa el compromís de la joventut de valentia per la lluita. Tenia moltes amigues amb les que sovint es reunia per cantar i adorar nostre senyor.
Juntament amb la Mercè és la protectora de Barcelona.
Mor als tretze anys quan desafia a l’emperador Dioclecià. A l’època, l’emperador Dioclecià va decretar la persecució de tots els cristians i la gent de Barcelona es va veure greument amenaçada; però la Laia s’hi enfronta, acte que li suposa l’empresonament, la tortura i la mort. L’Eulàlia tenia una personalitat molt definida, amb trets de caràcter molt marcats i definitoris, el nerviosisme, la impaciència per desafiar el mon amb la veritat.
– L’origen del nom:
Ës grec. (Eu): significa bé. (làlia): dels verb laléo: significa parlar. La ben parlada.
– Miracles (abans del seu martiri):
L’aigua de la font.
El pa i les flors.
El dit de l’àngel.
– Martiris:
L’Eulàlia tenia el costum d’explicar tot els que pensava a la família amb qui tenia un gran lligam , però tenia un secret que no va fer públic fins que es va conèixer.
Una nit, va emprendre el camí fins a Barcelona i es presenta davant l’emperador Dioclecià per mostrar-li la seva disconformitat amb el decret de persecució dels cristians. L’emperador la va fer empresonar i torturar fins a causar-li la mort.
13 martiris: (que potser no cal detallar gaire):
– tanda d’assots
– garfis i tenalles li estripaven la carn
– brases de carbons roents que li cremaven parts del cos
– oli bullent
– fregar les nafres per provocar dolor
– llençada a un pou de calç viva
– bota amb vidres i objectes punxants
– polls
– ….
– Miracles (després del seu martiri):
– neu li cobreix la nuesa quan la pengen a la creu perquè les aus se la mengin.
– Dit de l’àngel, quan la porten cap a enterrar.
Bibliografia:
– Imatgeria festiva de la Ciutat Vella de BCN. Xavier Colomí,
– Festa i ciutat: la festa a Barcelona
– Les arrels llegendàries. Xavier Fàbregues
– Festes tradicionals. Joan Soler i Amigó
– Històries i llegendes de Barcelona. Joan Amades
– Barcelona pam a pam. Cirici Pellicer
Llocs destacats:
– Capella de santa Eulàlia (cada any ofrena floral dels gegants de la ciutat)
– Baixada de Sta. Eulàlia, (on fou sotmesa a martiris )
– Pla de la Boqueria
– Plaça del Pedró (miracle de la font).
– Volta de Sta. Eulàlia (on hi havia la presó del Call).
– Sta. Maria del Mar (on fou enterrada).
– Catedral (on rep sepultura. Es pot visitar el dia 12 de febrer)
– Plaça de l’àngel (dit de l’àngel).
Imatgeria representativa del personatge:
– aspa (forma de la creu on fou penjada).
– Fulla de palmera.
SANTA EULALIA
GÉNERO: Leyendas de Santos
PROVINCIA-COMARCA: Badajoz-Vegas del Guadiana
LOCALIDAD: Mérida
SINOPSIS: (CM-GV-RD) En la época de los romanos, la niña Eulalia llega a Mérida para enfrentarse con el pretor Calpurniano, declararle su condición de cristiana y reprocharle que persiga a los cristianos. Calpurniano, al principio, no quiere prestarle atención, pero poco a poco va enfureciéndose, hasta que ordena que detengan a la niña y la torturen hasta matarla. Mientras, Eulalia canta y sigue hablando de su martirio valientemente. Cuando por fin muere, nadie quiere amortajarla, pero empieza a nevar y la nieve cubre su cuerpo. Todo el mundo que observa lo sucedido reconoce en ello un milagro.
LAS FUENTES ESCRlTAS
Prudencio : Este importante personaje y poeta hispanorromano dedica uno de sus himnos de su libro Poema de las coronas, Peristephanon, escrito a finales del siglo IV, a cantar el martirio de Eulalia y a describir el edificio donde se le daba culto. A Prudencio, mas que la exactitud de los hechos que describía, le interesaba resaltar, con su inspiración y su difícil estilo poético, la personalidad y las virtudes de la mártir para así excitar la devoción de los que escucharan sus cantos. El canto tercero del “Peristhefanon” es justamente el que corresponde al himno a santa Eulalia de Mérida. Es el documento histórico-poético fundamental que se conserva escrito unos ochenta años después del martirio santa Eulalia. Ésta es la descripción del martirio de Santa Eulalia:
Eulalia, noble por su cuna, / pero más noble por su muerte
honra a la Mérida nativa,/ la glorifica con sus huesos,
con su carirño la enaltece.
Hacia occidente está la casa/ donde alumbró tan gran tesoro.
Es un lugar rico e ilustre/ y por la sangre de la virgen
más rico aún y poderoso.
Con tres más otros nueve años/ por cuatro veces tres inviernos
había alcanzado y se burlaba/ de los verdugos y sayones juzgando dulcemente
los tormentos.
Antes había dado muestras/ de preferir el paraíso
a los encantos del connubio./ No le atraían en la infancia
los juegos propios de los niños.
Como si el gesto de chicuela/ disimulara graves canas
consideraba desdeñosa/ ambar y rosas y oropeles
y en su pudor se recataba.
Cuando se ensaña Maximiano/ en los discípulos de Cristo
y les ordena que el incienso/ y las entrañas de las bestias ofrenden,
torpes a los ídolos.
Brama la niña de coraje/ y temeraria desafía
ingotables amenazas./ En Dios su pecho, aquella inerme
mujer provoca a la perfidia.
Luego, el cuidado de sus padres/ la pone a salvo de peligros
en el secreto de los campos/ para que el ansia de la muerte no
la despeñe en el suplicio.
Mas ella juzga despreciable/ la placidez de su retiro
y cierta noche, sin ser vista/ abre la puerta sigilosa
y se echa andar por los caminos.
Entre zarzales y entre espinas/ le forman ángeles cortejo
y avanza, así, con pies de rosas./ Hay una luz que la conduce por
las tinieblas y el silencio.
Una columna luminosa/ guió a la turba que marchaba
hacia la tierra prometida,/ volvió a las sombras transparentes y
protegió a la caravana.
No de otro modo la doncella/ buscó la noche y ganó el día.
No extravió el rumbo entre las sombras/ cuando marchaba hacia los cielos
ya de esta tierra fugitiva.
La blanca estrella mañanera/ aún no asomaba cuando, insomne,
había cubierto un largo trecho/ y ya, de día, se detuvo
frente a los jueces y lictores.
Y les gritó: ¿por qué razones/ queréis perder las almas buenas
tendiendo trampas y acechanzas/ a gentes simples y sencillas
para que nieguen sus creencias?
¿Buscáis, gentuza miserable,/ a los discípulos de Cristo?
A Dios confieso con mi boca./Yo soy cristiana. Lo declaro
yo pisoteo vuestros ídolos.
Nada es Apolo, nada es Venus,/ nada tampoco es Maximiano;
unos son obra de los hombres;/ el otro adora cosa humana.
Todos son torpes, todos vanos.
¿Por qué el pretor, tan poderoso/ tambien adora el frágil barro,
se prostituye ante los ídolos/ e inclina a ellos su cabeza?
¿Por qué castigas a los cristianos?
El funcionario respetable/ el juez tan probo, el jefe egregio
pace en la sangre de los inocentes / se regodea en la tortura
y se complace en el tormento.
Obra, verdugo; quema, hiere./ Quebrar lo frágil es sencillo.
lacera miembros indefensos,/ pues que mi alma estará a salvo
de los horrores del suplicio.
Furioso, entonces, Maximiano/ dijo al lictor: démonos prisa.
Hazle saber que hay dioses patrios/ y que el imperio de los príncipes
no es tonto juego de chiquillas.
Mas sin que vuelvas a pensarlo/ yo no me atrevo a condenarte.
Piensa en un momento en las riquezas/ que te dará tu matrimonio
y basta ya de necedades.
Piensa en tu padre a quien tu muerte/ dará la muerte, cruel chicuela
en tu familia, a quien aflige/ verte cambiar el dulce tálamo
por el cuchillo y por la hoguera.
¿Ya no te importa el matrimonio?/ ¿También desprecias, insolente,
el triste llanto de los tuyos?/ ¿No ves que todo está ya listo para
la muerte que mereces?
Si es que no siegan tu cabeza/ y los garfios no desgarran
tu cuerpo, entonces a la pira/ te arrojarán, sin duda alguna,
y llorarás entre las llamas.
Para que olvides tus maldades/ poco hace falta, sin embargo;
Hasta que dejes tus caprichos/ y un solo grano de este incienso
roces apenas con tu mano.
Calló la niña. Fieramente/ escupió el rostro del impío
y las estatuas de los dioses/ arrojó al suelo, pisoteando
la harina impuesta de los turíbulos.
Y ya no hay más. El garfio muerde/ las amapolas de sus pechos,
cava y tritura, laborioso,/ y sus heridas cuenta Eulalia
como quien cuenta sus trofeos.
¡Oh, mi Señor! Tu nombre escribe/ la uña feroz que ara mi cuerpo
Leo en mi carne tu victoria/ y hasta la sangre que me cubre dice tu nombre,
Cristo eterno.
Como triscando en un columpio/ ella cantaba y se reía.
¿O es que el dolor no la rozaba?/ Mas luego lavan, una a una, en agua hirviente sus heridas.
Por fin la última tortura:/
no el lento hierro empedernido que va royendo hasta los huesos;/ las rojas llamas de las teas muerden su miembros de jacinto.
Le va lloviendo por los hombros/ la perfumada cabellera y es la coraza que defiende
los castos miembros de la niña /y su pudor y su inocencia.
Suben las acres llamaradas,/ buscan el mar de sus cabellos,
secan la cuenca de su canto/ y ella, sedienta de infinito,
bebe la muerte con el fuego.
Una paloma inmaculada/ -raudo cristal, alada nieve
sube volando de su boca…/ es el espíritu de Eulalia
que asciende puro e inocente.
Y ya se aquietan las espadas,/ ya cede el tallo de su cuello,
ya es una rosa desprendida,/
ya juega el aire entre las nubes,/ ya la paloma llega al cielo.
Cuando el verdugo vio que el ave/ era una estrella en las alturas,
estupefacto, alzó sus cosas/ y echó a correr despavorido.
Aun el lictor se dio a la fuga.
El blanco invierno nevó entonces/ y revistiendo como un alba
el rojo estrado del suplicio,/ a los despojos de la virgen
les sirvió al cabo de mortaja.
Callen el grito y el gemido,/ cese el oficio funerario,
no más llantos ni lamentos,/ que las exequias de la virgen la cantarán los mismos astros.
Esta colonia de la Bética,/ Mérida, guarda su sepulcro.
la deja atrás el Guadiana/ cuyo torrente recomienza
siempre a lavar los arduos muros.
Hoy, lugareños y viajeros/ aquí veneran sus cenizas.
Aquí ilumina la belleza/ con blancos mármoles suntuosos el monumento de la niña.
Brilla en el techo el arrequive/ cubren el suelo ricas piedras
tal como esmaltan los vergeles/ las bellas flores coloridas
al asomar la primavera.
Cortad los rojos alhelíes/ pues nos los niega el buen invierno
a los ansiosos canastillos/ y el tibio sol despierta el campo
para que siga floreciendo.
Niños y niñas, los fragantes/ dones llevad en dulce coro
que yo también estas guirnaldas/ llevaré a ritmo de mis dáctilos
feliz en medio de vosotros.
Porque conviene que sus huesos/ y el monumento que los guarda
reciban nuestra reverencia./ Ella, a los pies de Jesucristo,
escuchará nuestras plegarias.
El libro de Las Vidas de los padres emeritenses.
Versión literaturizada de J. SENDÍN BLÁZQUEZ, “DIOS LA PUSO UNA MORTAJA BLANCA”
Mérida fue en la España romana una de las ciudades más prosperas e importantes. Con Augusto comenzo su grandeza, y cuando llego el siglo III tenía teatros, templos, acueductos, circo, anfiteatro, baños, puentes… y hasta pantanos, como el de Cornalvo y Proserpina.
Por ello, para bien o para mal, siguió la misma suerte que las grandes ciudades de la romanía. En ella se dejó sentir la virulenta persecucion de Diocleciano. Era la última, pero la más trágica convulsion del paganismo, que agonizaría muy pocos años después con la paz constantiniana. Pero antes, en el cielo extremeño tenían que aparecer algunas estrellas más para iluminar los sueños de las generaciones posteriores. Era el 10 de diciembre del año 304. Una muchacha, mejor una niña, de doce años, llegaba a Mérida escapada de la granja campestre donde la habían recluído sus padres para oponerse a un destino que parecia fatal. La hermosura de su talle, los cabellos ondulados por el aire de la mañana, el rostro encendido por un frío casi invernal, le dan apariencia de ángel.
Va buscando el tribunal, y cuando lo encuentra se enfrenta decidida al pretor, desafía su autoridad e increpa su actitud para con los cristianos.
-“Calpurniano -dice-, soy cristiana. Tú eres enemigo de Dios. Persigues a los cristianos y maltratas a sus vírgenes. Pero aquí estoy yo para humillar tu altanería y confundir tu crueldad. Prueba y verás que conmigo nada puedes”.
Calpurniano, el pretor, queda confundido. No esperaba la inoportunidad de la visita ni el atrevimiento desconcertante de aquellas palabras.
-“Anda, niña, vuelve a casa. Considera tu juventud. Mírate a ti misma. Compadécete de ti. Ofrece un poquito de incienso para que puedas vivir. Nosotros te perdonamos todo lo que hemos oído”.
El rostro de la niña, al excitarse, se hermosea cada vez más. Parece cobrar dimensiones sobrehumanas.
Un rubor tinta aquella carita de nardo, mas en sus ojos hay un fulgor extraño y sus labios tan pequeños se pliegan con una fuerza asombrosa.
El presidente no puede más. Se siente impotente. La escena que se siguió fue profundamente desagradable o divinamente hermosa, según el angulo diverso de observacion. La niña Eulalia se convirtió en una pequeña fierecilla, ha escupido al juez, ha tirado de un golpe el brasero ante el ídolo. Después la han cogido y ha empezado a cantar, porque la hieren.
Calpurniano, llevado de un furor diabólico, ordena:
-“Encended unas candelas y aplicádselas a las rodillas. Desgarrad sus vestidos y destrozad sus pechos. Haced lo que sea, pero que una niña no se pueda reir de nosotros”.
Un poco más tarde, mientras el presidente pasea nervioso a las puertas del pretorio, puede contemplar tostada al fuego y sangrando todo el pecho el espectáculo bochornoso de verse increpado desde el suplicio:
-“Mi cuerpo está abrasado y me encuentro fuerte. Manda que pongan sal para que pueda ser condimentada sabrosamente en Cristo”…
Al oír estas palabras y otras similares, alternando con cantos de júbilo victorioso, no puede menos de exclamar:
–“Creo que somos vencidos. Esta virgen continúa en su obstinación. A fin de que no pueda ufanarse, sacadla. Buscad un bufón. Desnudadla en público antes de que perezca, para que sea ridiculizada su virginidad inutil”. Eulalia es arrastrada por las calles.
Los emeritenses no pueden reprimir sus gritos horrorizados. ¿Qué puede haber hecho esa niña para merecer tan cruel castigo? Y, lentamente, se forma un cortejo de curiosos acompañantes compasivos, que se convierte en gentío cuando llegan al lugar del suplicio.
Es ésta, precisamente, la causa para que la cólera del presidente sea mayor y su venganza más infame. El poeta Prudencio se siente acongojado cuando hace el recuento de sus martirios todavía en el siglo IV:
“Azotes, aceite hirviendo, plomo derretido, sal en las heridas, fuego en las rodillas, horno encendido, corte de cabello, paseo por las calles exhibiendo su desnudez y, finalmente, crucifixion”.
Pero Dios quiere también salir a escena. Siempre ha dicho algo en favor de los suyos. Las palabras de Dios se mezclan muchas veces con los signos de la naturaleza.
Son los últimos momentos de la mártir. Ya no es una niña que atrae por la hermosura de su cuerpo. Es un ascua humeante sujeta a un madero con clavos. Lentamente se cierran los labios que cantaban al Divino Esposo. Huele a carne quemada y a cruz de verdugos.
¡La que fuera antes blanca carne, quemada ahora, es manjar de dioses! Mientras, la tarde se esta volviendo gris, oscura, amoratada, como de carne y fuego. Cuando los soldados dejan sobre las brasas el cadáver de Eulalia, el cielo se abre y cae sobre Merida una copiosa nevada.
Dios, el Dios de los cristianos, viste de blanco a su mártir. Es la mortaja que le niegan los hombres. Allí, en el pretorio, sobre el tapiz de la nieve pura se destaca piadoso el cuerpo de la santa, canonizado por una señal del cielo.
Es más de mediodía. Los guardias, insensibles e insensatos, quieren marchar a sus casas. Pero allá a lo lejos, por la Calzada de la Plata, se oyen otra vez sus gritos. Son también gritos de mujer y de niña. Nieva. Nieva copiosamente. El gentío se vuelve a estremecer: los soldados traen otra joven, también bella y también hermosa.
Es Julia, la amiga de Eulalia. Increpa a los soldados lo que han hecho con su amiga. Ahora es arrastrada violentamente por la chusma de legionarios a sueldo. Pero estos hombres curtidos por la guerra y las batallas, al entrar en contacto con la muchedumbre apiñada, también tiemblan.
Tiemblan porque “sangre de niños, aurora de Dios”.
Temen.
Teme, sobre todo Calpurniano, cuando profetiza solemnemente:
-“Esto se acaba”.
Pasará un año no más. A Mérida llegaron las noticias de la abdicación del viejo Diocleciano. Unos años más y en las plazas de Mérida se comenta el edicto del César Galerio, terminando la persecución.
El 27 de octubre del año 312 Constantino ha vencido en el puente Milvio.
El primer templo en forma de ara lo describía Prudencio con estas palabras:
“Aquí, donde el mármol pulido ilumina los grandes atrios con resplandores exóticos, están depositadas en tierra santa las reliquias y las cenizas sagradas de la mártir…
Virgencitas y donceles, traed estos trenzados regalos y yo en medio de vuestro círculo, aportaré con pie dactílico, una guirnalda entretejida, humilde, lacia, pero festiva ciertamente.
Así conviene adorar sus huesos, sobre los que se ha levantado un ara. Ella, acurrucada a los pies de Dios, atiende nuestros votos y, propicia por nuestros cánticos, favorece a sus pueblos.
Los emperadores romanos Diocleciano y Maximiano efectuaron la última persecución contra los cristianos entre los años 303 y 305. Gracias a un himno escrito por Prudencio sabemos que entonces fue martirizada Eulalia durante la persecución de los años 303. Prudencio y la tradición cuentan que, siendo Eulalia una niña de doce años, se presentó ingenuamente a las autoridades de Mérida para declararse como cristiana, después de haberse escapado de noche de la casa de campo donde su familia la tenía alejada del peligro de la persecución. Tuvo un comportamiento provocador durante el proceso ante el tribunal y fue martirizada con hierros y fuego. Al morir salió una paloma blanca de su boca y su cuerpo fue cubierto por una nevada inusitada. El himno de Prudencio certifica que enseguida se la consideró protectora de la ciudad de Mérida dándosele culto. Por ello Hiclacio considera que fue venganza divina la muerte del godo Heremigario después de haber tratado duramente a Mérida e injuriado a la mártir (año 429). Su fama se extendió fuera de Mérida. En la segunda mitad del s. Vl aparece entre los mártires más célebres representados en los mosaicos de la iglesia de S. Apolinar Nuevo de Rávena (Italia) y el obispo francés Gregorio de Tours cuenta el milagro que ocurría en su tumba en cada aniversario de su martirio, cuando tres árboles florecían espontáneamente en pleno invierno.
LAS NIEBLAS DE LA MÁRTIR
GÉNERO: Leyendas de Santas
PROVINCIA-COMARCA: Badajoz-Vegas del Guadiana
LOCALIDAD: Calamonte
SINOPSIS:
Esta leyenda es propia de Mérida aunque por la cercanía de mi pueblo a ésta también se cuenta en mi pueblo, y es la leyenda que corre en torno al martirio de Santa Eulalia y es que cuando fue capturada e interrogada y al no renegar de sus ideas cristianas fue condenada morir en un horno de cal viva, pero que antes fuese paseada desnuda con el fin de que fuese humillada, por las calles de Mérida, montada en un burro, pero quiso Dios que a su sierva nadie la viera en tan humillante estado y tendió una espesa capa de niebla por la ciudad y nadie la pudo ver aunque poco después fuese quemada viva en el horno de cal.
Esta leyenda viene a explicar que por finales de Noviembre y principios de Diciembre haya tanta niebla en esta zona del Guadiana.
F.V.S., Leyenda tradicional de Calamonte
EL OBELISCO DE SANTA EULALIA
PROVINCIA-COMARCA: Badajoz-Vegas del Guadiana
LOCALIDAD: Calamonte
SINOPSIS:
Cuenta la leyenda que la imagen de la Santa que está en lo alto del obelisco y que mira hacia Mérida se vuelve cuando hay calamidades o cuando se avecinan, así podemos saber que la primera vez que se volvió fue sobre los años de 1501 y 1508 cuando la peste asoló gran parte de España. Otra vez fue cuando la guerra civil del 36 y ahora que se ha quitado para restaurarlo y que la empresa encargada de ello ha venido abajo, ha vuelto a tomar relevancia esta leyenda, que se remonta a la Baja Edad Media.
Canciones, leyendas y costumbres. Recopilado por Francisco Vizcano Santos. 1993.
SANTA EULALIA DE BARCELONA
http://sagradafamilia.devigo.net/santoral/febrero/12febrero.htm
Barcelona tiene como Patrona celestial de la ciudad a esta valerosa mujer que se enamoró de Jesucristo y no temió los atroces tormentos a los que fue sometida. Pertenecía a una familia de senadores. Sus padres se llamaban Fileto y Leda y habitaban en una quinta cerca de la ciudad. Allí pasó su niñez y los primeros años de su adolescencia.
Siendo aún muy niña oyó hablar a su cristiana madre del valor de la virginidad y un día ella oró ante Jesucristo a la vez que le decía: “Señor, si me queréis feliz, consentid que muera en la cruz como Vos”. Nuestro Señor aceptó gustoso aquel generoso ofrecimiento. Esta Eulalia catalana, aunque hay quien afirme que no es más que un doblete de la de Mérida, tiene una personalidad muy definida, con rasgos que no son prestados; por ejemplo, una nerviosa impaciencia por desafiar al mundo con la verdad.
Al desatarse la persecución de Diocleciano y llegar a la ciudad su prefecto Daciano, se dijo a sí misma que la fe tenía que plantarle cara. No es ya una niña que no sepa lo que se hace, tiene veinticinco años.
La Passio, Leccionario Barcinonense dice de ella “que amaba a Cristo con toda su alma y que era para las otras doncellas de su edad norma cierta de salvación por el ejemplo de sus virtudes”. El Arzobispo de Milán, San Ambrosio, comentando la vida de Santa Eulalia escribió: “Su devoción y arrojo era mayor de lo que suponía su edad, y su virtud sobrepasaba cuanto cabía esperar de su débil naturaleza”…
Al primer canto del gallo sale de su casa, que la tradición sitúa en el Desierto de Sarriá o tal vez en lo que hoy es santa Eulalia de Provençana, en cualquier caso muy lejos de las antiguas murallas, y recorre a pie este larguísimo trecho, entre campos, torrentes y casas de labor, andarina y madrugadora. Tiene prisa por proclamar ante el siniestro Daciano: “Soy Eulalia, sierva de Cristo, rey de reyes y señor de señores”.
Para hacerla apostatar se recurre a la persuasión, a amenazas, a azotes y potro. Por fin, dentro de un tonel lleno de cuchillas rueda por una calle en pendiente, la “bajada” que lleva su nombre. Ya muerta, su cuerpo se expone en una cruz extramuros (¿en la plaza del Padró?) y una nevada milagrosa viste su desnudez. La entierran cerca de donde en la actualidad se levanta el Arco de Triunfo y con el tiempo descansará en la cripta de la catedral. En su recorrido de mártir Eulalia santificó barrio por barrio la ciudad, que todavía es suya en misteriosos perfumes de virgen que no podía callar su fe y que anduvo muchísimo por gritarla.
SANTA EULALIA DE BARCELONA
http://www.mercaba.org/SANTORAL/Vida/02/02-12_EULALIA_de_BARCELONA.htm
Virgen y Mártir
(† ca. 304)
Eulalia nació en la inmediaciones de la ciudad de Barcelona, probablemente hacia los últimos años del siglo tercero. Descendía, a lo que parece, de noble familia; sus padres, con quienes vivía en una quinta de su propiedad, más que amarla la mimaban cariñosísimamente, impelidos por la humildad, la sabiduría y la prudencia que resplandecían en ella de una manera impropia de su tierna edad. Por encima de todo brillaba en aquella virtuosa niña un acendrado amor a Dios Nuestro Señor; su piedad la llevaba a encerrarse cotidianamente en una pequeña celda de su casa con un grupo de amiguitas que había reunido junto a sí para pasar buena parte del día en el servicio del Señor, rezando oraciones que alternaban con el canto de himnos. Habiendo llegado a la pubertad, hacia los doce o trece años, llegó a los oídos de los barceloneses la noticia de que la persecución contra los cristianos volvía a arder de nuevo en todo el Imperio, de manera que quienquiera que se obstinara en negarse a sacrificar a los ídolos era atormentado con los más diversos y espantosos suplicios.
Los emperadores romanos Diocleciano y Maximiano, que hablan oído contar la rápida y maravillosa propagación de la fe cristiana en las lejanas tierras de España, donde hasta entonces había sido tan rara aquella fe, mandaron al más cruel y feroz de sus jueces, llamado Daciano, para que acabara de una vez con aquella “superstición”.
Al entrar en Barcelona hizo, con todo su séquito, públicos y solemnes sacrificios a los dioses, y dio orden de buscar cautelosamente todos los cristianos para obligarles a hacer otro tanto. Con inusitada rapidez divulgose entre los cristianos de Barcelona y su comarca la noticia de que la ciudad era perturbada por un juez impío e inicuo como hasta entonces no se había conocido otro. Oyéndolo contar Santa Eulalia se regocijaba en su espíritu y se le oía repetir alegremente: “Gracias os doy, mi Señor Jesucristo, gloria sea dada a vuestro nombre porque veo muy cerca lo que tanto anhelé, y estoy segura de que con vuestra ayuda podré ver cumplida mi voluntad”.
Sus familiares estaban vivamente preocupados por la causa de aquel deseo tan vehemente que Eulalia les ocultaba, ella que precisamente no les escondía ningún secreto, sino que siempre les explicaba con la prudencia y circunspección debidas cuanto Dios Nuestro Señor le revelaba. Pero Santa Eulalia seguía sin contar a nadie lo que iba meditando en su corazón, ni a sus padres, que tan tiernamente la amaban, ni a alguna de sus amigas o de sus servidoras que la querían más que a su propia vida; hasta que un día, a la hora de mayor silencio, mientras los suyos dormían, emprendió sigilosamente el camino de Barcelona, al rayar el alba. Llevada de las ansias que la enardecían y la hacían infatigable, hizo todo el trayecto a pie, a pesar de que la distancia que la separaba de la ciudad fuese tal como para no poder andarla una niña tan delicada como ella.
Llegado que hubo a las puertas de la ciudad, y así que entró, oyó la voz del pregonero que leía el edicto, y se fue intrépida al foro. Allí vio a Daciano sentado en su tribunal y, penetrando valerosamente por entre la multitud, mezclada con los guardianes, se dirigió hacia él, y con voz sonora le dijo: “Juez inicuo, ¿de esta manera tan soberbia te atreves a sentarte para juzgar a los cristianos? ¿Es que no temes al Dios altísimo y verdadero que está por encima de todos tus emperadores y de ti mismo, el cual ha ordenado que todos los hombres que Él con su poder creó a su imagen y semejanza le adoren y sirvan a Él solamente? Ya sé que tú, por obra del demonio, tienes en tus manos el Poder de la vida y de la muerte; pero esto poco importa”.
Daciano, pasmado de aquella intrepidez, mirándola fijamente, le respondió, desconcertado: “Y ¿quién eres tú, que de una manera tan temeraria te has atrevido, no sólo a presentarte espontáneamente ante el tribunal, sino que, además, engreída con una arrogancia inaudita, osas echar en cara del juez estas cosas contrarias a las disposiciones imperiales?”.
Mas ella, con mayor firmeza de ánimo y levantando la voz, dijo: “Yo soy Eulalia, sierva de mi Señor Jesucristo, que es el Rey de los reyes y el Señor de los que dominan: por esto, porque tengo puesta en Él toda mi confianza, no dudé siquiera un momento en ir voluntariamente y sin demora a reprochar tu necia conducta, al posponer al verdadero Dios, a quien todo pertenece, cielos y tierra, mar e infiernos y cuanto hay en ellos, al diablo, y lo que es peor, que quieres obligar a hacer lo mismo a aquellos hombres que adoran al Dios verdadero y esperan conseguir así la vida eterna. Tú les obligas inicuamente, bajo la amenaza de muchos tormentos, a sacrificar a unos dioses que jamás existieron, que son el mismo demonio, con el cual todos vosotros que le adoráis vais a arder otro día en el fuego eterno”.
Oyendo Daciano tales requerimientos, mandó que la detuvieran y que inmediatamente la azotaran sin piedad. ‘Mientras, sin compasión, se ejecutaba el suplicio, decíale Daciano, en son de burla: “Oh miserable doncella: ¿Dónde está tu Dios? ¿Por qué no te libra de esta tortura? ¿Cómo te has dejado llevar por esta imprudencia que te hizo ejecutar un acto tan atrevido? Di que lo hiciste por ignorancia, que desconocías mi poder, y te perdonaré enseguida, pues hasta a mí me duele que una persona nobilísima como tú, ya que vienes, según me han dicho, de rancio abolengo, sea tan atrozmente atormentada”. A cuyas palabras repuso Santa Eulalia: “Esto no será jamás; y no me aconsejes que mienta confesando que desconocía tu poderío; ¿quién ignora que toda potestad humana es pasajera y temporal como el mismo hombre que la tiene, que hoy existe y mañana no? En cambio, el poder de mi Señor Jesucristo no tiene ni tendrá fin, porque es el mismo que es eterno. Por esto, no quiero ni puedo decir mentiras, porque temo a mi Señor, que castiga a los mentirosos y sacrílegos con fuego, como a todos los que obran la iniquidad. Por otra parte, cuanto más me castigas, me siento más ennoblecida; nada me duelen las heridas que me abres, porque me protege mi Señor Jesucristo, que, cuando sea Él quien juzgue, mandará castigarte por lo que habrás hecho con penas que serán eternas”.
Enfurecido y rabioso, Daciano mandó traer el potro. La extienden en él, y mientras unos esbirros la torturaban con garfios, otros le arrancaban las uñas. Pero Santa Eulalia, con cara sonriente, iba alabando a Dios Nuestro Señor, diciendo: “Oh Señor mío Jesucristo, escuchad a esta vuestra inútil sierva; perdonad mis faltas y confortadme para que sufra los tormentos que me infligen por vuestra causa, y así quede confuso y avergonzado el demonio con sus ministros”.
Díjole Daciano: “¿Dónde está este a quien llamas e invocas? Escúchame a mí, oh infeliz y necia muchacha. Sacrifica a los dioses, si quieres vivir, pues se acerca ya la hora de tu muerte y no veo todavía quién venga a librarte”.
Mas he aquí que Santa Eulalia, gozosa, le respondió: “Nunca vas a tener prosperidad, sacrílego y endemoniado perjuro, mientras me propongas que reniegue de la fe de mi Señor. Aquel a quien invoco está aquí junto a mí; y a ti no es dado el verle porque no lo mereces por culpa de tu negra conciencia y la insensatez de tu alma. Él me alienta y conforta, de manera que ya puedes aplicarme cuantas torturas quieras, que las tengo por nada”.
Desesperado ya y rugiendo como un león ante aquel caso de insólita rebeldía, Daciano mandó a los soldados que, extendida todavía sobre el potro, aplicaran hachones encendidos a sus virginales pechos para que pereciera envuelta en llamas. Al oír aquella decisión judicial, Santa Eulalia, contenta y alegre, repetía las palabras del salmo: “He aquí que Dios me ayuda y el Señor es el consuelo de mi alma. Dad, Señor, a mis enemigos lo que merecen, y confundidles; voluntariamente me sacrificaré por Vos y confesaré vuestro nombre, pues sois bueno, porque me habéis librado de toda tribulación y os habéis fijado en mis enemigos”. Y habiendo dicho esto, las llamas empezaron a volverse contra los mismos soldados. Viendo lo cual Santa Eulalia, levantando la vista al cielo, oraba con voz más clara todavía, diciendo: “Oh Señor mío Jesucristo, escuchad mis ruegos, compadeceos misericordiosamente de mí y mandad ya recibirme entre vuestros escogidos en el descanso de la vida eterna, para que, viendo vuestros creyentes la bondad que habéis obrado en mí, comprueben y alaben vuestro gran poder”.
Luego que hubo terminado su oración se extinguieron aquellos hachones encendidos que, empapados como estaban en aceite, debían haber ardido por mucho tiempo, no sin antes abrasar a los verdugos que los sostenían, los cuales, amedrentados, cayeron de hinojos, mientras Santa Eulalia entregaba al Señor su espíritu, que voló al cielo saliendo de su boca en forma de blanca paloma. El pueblo que asistía a aquel espectáculo, al ver tantas maravillas, quedó fuertemente impresionado y admirado, en especial los cristianos, que se regocijaban por haber merecido tener en los cielos como patrona y abogada una conciudadana suya.
Pero Daciano, al ver que después de aquella enconada controversia y que, a pesar de tantos suplicios, nada había aprovechado, descendió del tribunal, mientras, enfurecido, daba la orden de que fuera colgada en una cruz y vigilada cautelosamente por unos guardianes: “Que sea suspendida en una cruz hasta que las aves de rapiña no dejen siquiera los huesos”. Y he aquí que al punto de ejecutarse la orden cayó del cielo una copiosa nevada que cubrió y protegió su virginidad. Los guardas, aterrorizados, la abandonaron para seguir vigilándola a lo menos desde lejos, según se les había ordenado.
Tan pronto se divulgó lo acaecido por los poblados circunvecinos de la ciudad, muchos quisieron ir a Barcelona para ver las maravillas obradas por Dios. Sus mismos padres y amigas corrieron enseguida con gran alegría, pero lamentando al propio tiempo no haber conocido antes lo sucedido.
Después de tres días que Santa Eulalia pendía de la cruz, unos hombres temerosos de Dios la descolgaron con gran sigilo, sin que se dieran cuenta los soldados o guardianes; y habiéndosela llevado, la embalsamaron con fragantes aromas y amortajaron con purísimos lienzos. Entre ellos había uno que dicen se llamaba Félix, que con ella había también sufrido confesando a Cristo, el cual con gran alegría dijo al cuerpo de la Santa: “Oh señora mía, ambos confesamos juntos, pero vos merecisteis la palma del martirio antes que yo”. Y he aquí que la Santa le contestó con una sonrisa. Los demás, mientras la llevaban a enterrar, alegrábanse entonando cánticos e himnos al Señor: “Los justos os invocarán, oh Señor, y Vos los habéis escuchado. mientras les librabais de cualquier tribulación”. Al oírse aquellos cantos, fue asociándose a la comitiva una gran multitud, hasta que con gran regocijo le dieron sepultura.
ANGEL FÁBREGA GRAU, PBRO.
Santa Eulalia
http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Eulalia.htm
Mártir
(año 304)
Eulalia significa: “la que habla bien” Eu = bien, Lal = hablar.
Santa Eulalia es una de las santas más famosas de España. Los datos acerca de su vida y de su muerte los encontramos en un himno que en honor de ella se escribe el poeta Prudencio en el siglo cuarto. Y allí se cuenta lo siguiente:
Cuando Eulalia cumplió los doce años apareció el decreto del emperador Diocleciano prohibiendo a los cristianos dar culto a Jesucristo, y mandándoles que debían adorar a los falsos ídolos de los paganos. La niña sintió un gran disgusto por estas leyes tan injustas y se propuso protestar entre los delegados del gobierno.
Viendo la mamá que la jovencita podía correr algún peligro de muerte si se atrevía a protestar contra la persecución de los gobernantes, se la llevó a vivir al campo, pero ella se vino de allá y llegó a la ciudad de Mérida.
Eulalia se presentó ante el gobernador Daciano y le protestó valientemente diciéndole que esas leyes que mandaban adorar ídolos y prohibían al verdadero Dios eran totalmente injustas y no podían ser obedecidas por los cristianos.
Daciano intentó al principio ofrecer regalos y hacer promesas de ayudas a la niña para que cambiara de opinión, pero al ver que ella seguía fuertemente convencida de sus ideas cristianas, le mostró todos los instrumentos de tortura con los cuales le podían hacer padecer horriblemente si no obedecía a la ley del emperador que mandaba adorar ídolos y prohibía adorar a Jesucristo. Y le dijo: “De todos estos sufrimientos te vas a librar si le ofreces este pan a los dioses, y les quemas este poquito de incienso en los altares de ellos”. La jovencita lanzó lejos el pan, echó por el suelo el incienso y le dijo valientemente: “Al sólo Dios del cielo adoro; a El únicamente le ofreceré sacrificios y le quemaré incienso. Y a nadie más”.
Entonces el juez pagano mandó que la destrozaran golpeándola con varillas de hierro y que sobre sus heridas colocaran antorchas encendidas. La hermosa cabellera de Eulalia se incendió y la jovencita murió quemada y ahogada por el humo.
Dice el poeta Prudencio que al morir la santa, la gente vio una blanquísima paloma que volaba hacia el cielo, y que los verdugos salieron huyendo, llenos de pavor y de remordimiento por haber matado a una criatura inocente. La nieve cubrió el cadáver y el suelo de los alrededores, hasta que varios días después llegaron unos cristianos y le dieron honrosa sepultura al cuerpo de la joven mártir. Allí en el sitio de su sepultura se levantó un templo de honor de Santa Eulalia, y dice el poeta que él mismo vio que a ese templo llegaban muchos peregrinos a orar ante los restos de tan valiente joven y a conseguir por medio de ella muy notables favores de Dios.
El culto de Santa Eulalia se hizo tan popular que hasta el gran San Agustín hizo sermones en honor de esta joven santa. Y en la muy antigua lista de mártires de la Iglesia Católica, llamada “Martirologio romano”, hay esta frase: “el 12 de febrero, se conmemora a Santa Eulalia, mártir de España, muerta por proclamar su fe en Jesucristo”.
Joven mártir Eulalia: a tu protección encomendamos tantas personitas jóvenes que en este tiempo tienen que enfrentarse, no y a los perseguidores que matan a quienes se niegan a ofrecer sacrificios a los ídolos, sino que tienen que oponerse a quienes quieren que dediquen su vida a la sensualidad, a las drogas, a los vicios, a las malas amistades y al pecado, que son monstruos mucho peores que los ídolos, y son perseguidores más crueles que los que mataban el cuerpo, porque lo que ellos matan es la vida del alma. Santa Eulalia: te recomendamos a nuestra juventud que vive en medio de tantos peligros y que corre cada día el riesgo de ser infiel a Cristo. Que de tan grandes peligros nos libre siempre el Señor.
Dijo Jesús: Quien sacrifica su vida por mi, la ganará para la vida eterna.
SANTA EULÀLIA (fragments del “Costumari” del Joan Amades)
Patrona i filla de Barcelona. La tradició més general és que era filla de Sarria, d’una gran casa senyorial que s’aixecava en l’indret conegut pel desert, on hi ha una capella construïda damunt de les restes de la casa de la santa. Una altra tradició, però, diu que era filla i veïna de la ciutat i que els seus pares, per tal de sostreure-la a la persecució cristiana, portada a cap pel ferotge Decià, van dur-la a la casa de camp que tenien a Sarrià, que era una casa d’esbarjo i no pas la residència habitual de la família.
Santa Eulàlia es distingia per la seva gran caritat. Els pobres trucaven tothora a la porta de casa seva i mai no se’n tornaven sense una almoina. Tanta prodigalitat va arribar a molestar els pares de la donzella, que diverses vegades l’havien renyada. Un dia que la santeta portava tota una faldada de pa per a una pobra, el seu pare va deturar-la i amb aire imperiós li pregunta que portava. La donzella, esporuguida, contestà que duia flors, i obrí sense temença la faldada als ulls del seu pare, qui va veure que, efectivament, eren flors, com li deia la seva filla.
Vora de la casa de santa Eulàlia hi havia un pou d’aigua molt bona i fresca on anava a poar el veïnat d’aquella rodalia. Un dia van anar-hi dues noietes i van trobar que el pou s’havia eixugat. Temeroses les nenes del càstig que el seu pare, que era molt rigorós, els infligiria en veure que no li portaven aigua, es van posar a plorar desesperadament. La donzella Eulàlia les va sentir, va arribar fins al pou, va estendre el seu mantell per sobre del brocal i l’aigua va revenir tan fortament que brollà per damunt del pou; així aquelles noietes van poder omplir llurs cantirets sense gens d’ esforç i van estalviar-se el càstig del seu pare.
L’aigua subterrània va sentir-se tan sotmesa a la voluntat de santa Eulàlia i revingué amb tanta força, que va arribar a formar un riu, que encara avui subsisteix i alimenta tots els pous de la nostra ciutat. Els pescadors i la gent del mar de la nostra platja el coneixen molt bé i l’anomenen el riu de sota i’ riu de santa Eulàlia. Hi ha temporades de l’any que porta un corrent tan fort que han d’anar en compte a navegar, puix que podria perjudicar-los. Els nostres avis, que se servien molt de l’aigua dels pous, aleshores que les fonts escassejaven, quan el pou se’ls eixugava invocaven santa Eulàlia perquè els fes revenir l’aigua; i els poataires o escurapous tenien per advocades santa Eulàlia i la Mare de Déu de I’ Aigua.
Prop de la casa de sarna Eulàlia hi havia un gran bosc de, xiprers. Un dia que Eulàlia s’hi passejava, se li va aparèixer un àngel que li pronostica que seria santa i patrona de Barcelona. Per tal que sempre més hi hagués record d’aquell prodigi, l’àngel va fer tornar palmeres els xiprers. Aleshores no hi havia en tota aquesta terra cap palmera; aquelles foren les primeres que hi hagué, i totes les que hi ha avui descendeixen d’aquelles. Amb els anys aquell bosc de palmeres es va perdre, i avui hi ha uns arbres molt grans i ufanosos que donen molt de caràcter a aquell paratge conegut pel desert de Sarrià.
Quan l’emperador Dioclecià decretà la persecució sense treva dels cristians, santa Eulàlia tenia tretze anys. Amb tota valentia es presenta ella mateixa al cònsol Decià i li digué que ella era cristiana i l’increpa durament per la seva fúria contra els cristians. Decià la féu tancar a la presó del seu palau, que estava al capdavall del Call, al final del carrer de la Boqueria. La presó donava a l’indret de la Volta de Santa Eulàlia i del Remei, i diuen que el sol, avergonyit per haver servit aquell punt de presó de la nostra santa patrona, mai més no hi ha volgut entrar; per això mai no toca el sol en els dos carrerons indicats.
La donzella fou requerida perquè abandonés la fe cristiana, que no desdeia, va ésser condemnada a patir tretze martiris com els seus anys.
En vista que santa Eulàlia no volia abdicar la seva fe, fou sotmesa a una tanda d’assots; després, amb uns garfis i uns arpions, li van estripar la carn. En veure que no defallia, li van posar els peus dintre d’un braser ardent de foc, i perquè ni així no renunciava, van posar-li foc als pits. Fou manat que li freguessin les nafres i les ferides amb pedra tosca, després ruixades amb oli bullent i finalment regades amb plom fos. Cap d’aquests martiris no va pertorbar la seva fe, i aleshores fou ordenat que la tiressin dintre d’una bassa de calç viva.
Un altre dels martiris consistí a posar-la tota nua dintre d’una bóta en la qual hi havia gran quantitat de bocins de vidre trencat, pedres cantelludes i claus de punxes eriçades; un cop ella a dintre, van tirar la bóta per tretze vegades costa avall de la Baixada de Santa Eulàlia, que per això va prendre el nom que porta, i, en record del martiri, al cim de la pujada hi ha una capelleta amb una imatge de la santa que té al costat una bóta.
Un altre dels martiris consistí a tancar-la tota nua dintre d’un corral ple de puces que la van picar com a feres i van nafrar i llatzerar les seves carns fines i delicades. Per això, en aquest temps de l’any, diuen que les puces més grosses que durant la resta i piquen més fort i amb major fúria; la dita diu que són les puces de santa Eulàlia, que volen recordar als bons cristians el martiri de la santa. Entre la Volta de Santa Eulàlia i la del Remei, de les quals ja hem parlat, hi ha com un carreró estret sense sortida amb l’entrada tapiada, carreró que els nostres avis anomenaven el Call ~ les Puces i que amb tota seguretat deu fer referència al martiri de la santa.
El sacrifici consistí a clavar-la en una creu en forma de X per tal que passés més vergonya. La tradició assenyala tres punts diferents de la ciutat on santa Eulàlia. fou clavada en creu. La tradició més arrelada i persistent és que fou al Pla de la Boqueria, i diu que per això el carrer dit avui de la Boqueria i el portal que va obrir-se al seu començament havien dut el nom de Santa Eulàlia, tradició que explica una làpida, avui mig esborrada, que es pot veure a l’alçada del balcó de la casa que fa cantonada al Pla i al carrer de la Boqueria. Així mateix es diu que va sofrir el darrer martiri a la plaça del Pedró i que per això li fou dedicat el monument que tots hem vist. I, finalment, hom diu també que fou clavada en creu a la plaça de l’Àngel.
Segons conta una tradició, així que la santa va tancar els ulls, va sortir-li de la boca l’animeta en forma de colom que va volar cap al cel. Hom diu també que va baixar un estol d’àngels que s’emportaren el cos de la santa vers el cel. Una altra tradició diu que, tan bon punt la santa va finar, va fer una nevada de les més grans que mai s’hagin vist i que la tropa que guardava el cos de la màrtir, empesa pel fred, va fugir, i així els pares d’ ella van poder fer-se’n càrrec i enterrar-lo. Quan els soldats van adonar-se que els havien pres el cos de la santa, van assassinar els seus parents, perquè es van negar a dir on l’havien portat. Una altra tradició, encara, afegeix que va desencadenar-se una gran tempestat que féu escampar els soldats i permeté als pares de la santeta escapar-se i salvar-se. A fi de guardar el record del martiri de la santa, mai no neva el dia de la seva festa a la ciutat de Barcelona.
Una tradició poc coneguda explica de manera completament distinta el sacrifici de santa Eulàlia. Per a instigar la gent a denunciar els cristians, l’Estat roma donava una part de la riquesa del denunciat a qui feia la denúncia. Santa Eulàlia era molt rica, i un sacerdot paga, en observar que no . acudia al temple a complir amb les cerimònies de la religió dels falsos déus, va denunciar-la per cristiana, portat per la cobejança de percebre una part de la gran fortuna dels seus pares. Decià va fer agafar la donzella, i ella va mantenir davant d’ell seva fe. Un fill de Decià va enamorar-se de la noieta en veure la seva fermesa i decisió i demana al seu pare que no la fes martiritzar de seguida, puix que potser renunciaria al seu credo. Decià va fer tancar la donzella a la presó en espera de si es decidiria. A la cambra on va ésser tancada es guardaven totes les eines i instruments del martiri, la vista dels quals va impressionar tant la minyoneta, que va morir. L ‘endemà, quan el carceller va anar a portar-li el menjar, va trobar-la morta. Adolorit i irritat el fill de Decià, va matar el sacerdot que l’havia denunciada.
Diu una altra tradició que la nit següent, uns cristians innominats, indults per llur fervor, desclavaren el cos de la santa d’amagat i van donar-li sepultura cristiana: en lloc secret i desconegut durant molts segles, fins que en temps relativament moderns va trobar-se el sepulcre a l’església de Santa Maria. Tota la ciutat va creure que el cos sant de la seva patrona enlloc no podia estar millor que a la Catedral, motiu pel qual fou organitzada una processó per traslladar l’esmentat cos de Santa Maria a la Seu. Quan passava això, es pot dir que la ciutat de Barcelona arribava fins a la plaa de I’ Àngel, que aleshores s’anomenava del Forment o del Blat perquè s’hi feia el mercat. Enllà d’aquest punt, no hi havia sinó ravals i, entre ells, l’església de les Arenes o de Santa Maria, tocant a la mar .
Així que l’urna que conduïa el cos de santa Eulàlia va arribar al peu del portal que hi havia avall de la Baixada de la Presó, al nivell del carrer de la Tapineria, és a dir, així que el cos sant va arribar al peu de l’entrada de la ciutat, va fer-se tan i tan pesat, que els qui el conduïen es veieren impossibilitats no solament de poder-lo sostenir, sinó àdhuc bellugar. Van fer-se esforços a desdir, però tot va ésser debades: el cos de cap manera no volia seguir endavant. Les dotzenes de bisbes i grans magnats que acompanyaven el cos de la santa van demanar a la immensa gentada vinguda d’arreu del món per tal de prendre part en aquella processó, que va durar hores i més hores, que fes oració ben devotament per demanar al cel que els volgués treure d’aquell mal pas. Mentre tothom, de genolls en terra, clamava la misericòrdia i l’ajut del cel, es veié baixar un àngel què, amb un dit estes, va assenyalar de manera molt insistent i porfidiosa un dels canonges de la Seu que havien intervingut en el trasllat. Aquell canonge, cap cot i avergonyit, va confessar que ell havia pres un dit del peu de la santa per tal de tenir-ne una relíquia. Amb gran cerimònia fou oberta l’urna que contenia el cos sant i hom aplica al lloc degut el dit que li mancava; al moment l’urna va fer-se lleugera com una palla i la processó pogué seguir el seu curs fins a la Catedral. Santa Eulàlia no va voler entrar a la seva ciutat sense ésser tota sencera. Més tard, en el punt on va passar aquest miracle, va aixecar-se una columna a tall de monument al cim de la qual va posar-se la figura de àngel amb el braç estès i assenyalant amb el dit, i aquell lloc va perdre el seu nom antic i va prendre el de Plaça de l’Àngel, que encara avui porta.
Una vegada que va visitar la nostra ciutat una gran reina, va obstinar-se a veure el cos de santa Eulàlia. Les autoritats i l’Església s’hi van oposar.
Uns deien que la santa no volia ésser vista per ningú perquè anava nua i això era una vergonya; d’altres deien que el cossos sants no volen ésser vistos pel ulls de mortal i de pecador; però la reina va entossudir-se, va fer prevaler la seva força de reina, i no hi hagué més remei que obrir el sepulcre de la santa i deixar-li veure el seu cos; mes així que va abocar-se per veure’l resta completament cega. Tothom, i no cal dir que la reina mateixa, va interpretar el cas com un càstig de la santa. La reina, tota penedida, va fer gran penitència i molta oració, demanà de tot cor a santa Eulàlia que li volgués tornar la vista i li va prometre fer-li un bon present si la guaria. La santa va escoltar-la: la reina recobra la vista i va fer a santa Eulàlia el present d’una faixa d’or, brodada per la mateixa reina, faixa que figura entre les joies que enriqueixen la custòdia de la Catedral.
La Catedral té santa Eulàlia per patrona; avui celebrava una festa molt solemne que en altre temps havia revestit una pompa inusitada. Celebrava l’ofici el senyor bisbe, de pontifical, i hi assistia l’Ajuntament en corporació. Feia el panegíric de la santa el predicador escollit per a la Quaresma, el qual avui es donava a conèixer. Molts barcelonins assistien a la festa tant per devoció a llur santa patrona com per sentir per primera vegada el predicador i formar-se una idea de la importància que tindrien els sermons quaresmals, que en aquells temps constituïen actes notables d’expansió dins el període de penitencia i austeritat que distingia la Quaresma. Després de l’ofici es feia una processó que voltava la Seu, en la qual la imatge de la santa era portada sota tàlem. Sortia pel portal major i anava cap al carrer del Bisbe, per la plaga de Sant Jaume entra va a la Llibreteria, trenca va per la Freneria i passava pel carrer dels Comtes de Barcelona; des d’allí feia cap altra vegada a la plaça de la Catedral i per últim tornava a entrar al temple.
La tradició encara assenyala el punt on s’aixecava la casa de la santa, convertida avui en capella, i una font, dita de Santa Eulàlia, que, segons la veu popular, s’alimenta de la deu del pou que va fer brollar la nostra patrona miraculosament. Els barcelonins d’altre temps anaven el dia d’avui a Sarrià a visitar la dita casa i a beure aigua de l’esmentada font, per tal de cobrar salut i ventura. El paratge esta voltat d’arbres i és molt adequat per a anar-hi a passar un dia d’esbargiment i prendre el sol després de les fredorades del fort de l’hivern. Aquest costum estava tan arrelat, que la parèmia deia:
Per Santa Eulàlia, a Sarrià, i no és bon barceloní el qui no hi va.
La primera part d’aquest refrany figura com a epigrafia aclaridora del vuitè rodolí de l’auca de les Funcions de Barcelona.
De la placeta dels Sarrianesos, situada al final del carrer dels Arcs, vora de la font de la plaça de Santa Anna, i part de fora del Portal de l’ Àngel, sortien sabines, tartanes i mitges fortunes que per vuit “quartos” portaven a Sarrià. En aquest poble feien grans festes; en havent dinat hom feia ball a la plaça (ballaven el ball rodó, el ball pla i la Bolangera), que es veia molt animat, perquè, ultra molts veïns de Barcelona, feia cap a Sarrià una gran gentada de pertot el pla.
Entre els vells barcelonins, Sarrià tenia fama de criar porcs molt bons i molt gustosos. Abundaven en aquest poble les botiguetes, que, a part d’altres minúcies de queviures, es dedicaven a vendre carn de porc mort a casa i d’elaboració casolana i ho industrialitzada. Molts dels qui concorrien a la festa de Santa Eulàlia hi anaven portats per l’afany de menjar bones botifarres i bon llomillo amb mongetes, que servien en diversos berenadors i àdhuc en les botiguetes a què ens hem referit, convertides en fondetes el dia d’avui. I la carn de porc de Sarrià, no sols era més bona que la de ciutat, sinó àdhuc més barata, perquè no havia de pagar certs drets i tributs que s’havien de satisfer a Barcelona.
El barri barceloní del Pedró havia fet festa, puix que havia pres santa Eulàlia per patrona per raó d’haver col·locat una imatge d’aquesta santa al cim de la columna que s’erigia damunt de la font monumental que embellia aquella part del Raval. Durant uns anys una nota típica d’aquesta festa fou la representació del Ball de Santa Eulàlia i d’algun altre dels que formaven el repertori de la colla que els ballava o, més ben dit, els representava, companyia de teatre de plaça coneguda per Colla de l’ Andalet, formada per uns quants tavernaris del barri, que va actuar fins al darrer quart del segle passat i que posseïa un repertori de balls propis que no ens és conegut fora de Barcelona. L’ Andalet, que feia alhora d’empresari i director, era un vell calcinaire. Curava de la part musical una cobla de ceguets. El Ball de Santa Eulàlia figurava el martiri de la patrona de la nostra ciutat segons ens canta la tradició. Estava inspirat en els textos de literatura de canya i cordill descriptius de la vida de la santa i en les auques del mateix tema. Es figurava el miracle de la faldada de pa tornada flors quan el pare de la santa volia castigar-la per la seva generositat vers els pobres. Acompanyada de la seva serventa i amiga Júlia, anava a trobar el pretor i l’increpava per la seva duresa amb els cristians, fins que aquest, enutjat, manava que l’agafessin i li feia donar mil martiris pel botxí, que acabava per clavar-la en creu. El públic tot s’entendria i esborronava davant de tanta crueltat. El paper de la santa era fet per un noiet.
Barcelona conserva molts records tradicionals de santa Eulàlia. Ens referirem únicament a aquells que fan al·lusió al dia d’avui, per tal de no sortir-nos del nostre tema. En el jardí del palau dels marquesos de Barberà, situat a la plaça de Santa Anna, cantonada al carrer de la Canuda, hom conservava una pedra que, segons tradició, era el descavalcador de que se servia la santa per baixar del ruc quan venia a la ciutat. Els vells frares caputxins del convent del desert de Sarria, dins del clos del qual hi havia les restes de la casa de la santa, quan venien a Barcelona anaven a pregar agenollats davant d’aquesta pedra, que no gosaven tocar perquè la consideraven sagrada. Antigament, el dia d’avui, els marquesos deixaven entrar la gent al jardí perquè pogués admirar la pedra de que parlem, i la gent s’agenollava al seu davant i s’encomanava a la santa.
Els nostres avis, com a acte de devoció a llur patrona, pujaven i baixaven tretze vegades la baixada de Santa Eulàlia el dia de la seva festa en recordança del martiri de la santa, portats pel desig d’obtenir el seu favor i protecció.
La gent de mar tenia santa Eulàlia per advocada. El dia d’avui, en record dels tretze martiris que, segons la tradició, va sofrir, els mariners anaven a donar tretze voltes al sepulcre on jeu la patrona de la ciutat, situat a la cripta de la Seu. També es lliurava a aquesta practica tothom qui s’havia d’embarcar, fos o no fos mariner.
Les cases que havien mort porc, avui celebra ven un àpat extraordinari per a tastar les botifarres. Era una festa familiar casolana. L’ésser convidat a un d’aquests àpats constituïa una excepció molt notable i, per tant, un honor rellevant. Si les cases on hi havia un fadrí o una fadrina casadors convida ven un fadrí de sexe contrari, era interpretat com una indicació discreta que els agradaria per a gendre, si era fadrí, o per a nora, si es tractava d’una donzella. El costum de menjar botifarra era general; els qui no mataven porc, en compraven a la botiga; d’ací el qualificatiu de santa Eulàlia botifarrera.
Avui, pels voltants de la Seu, els venedors d’estampetes i d’efectes de devoció afegien a llur repertori l’auca de la vida de santa Eulàlia, que la gent comprava com un acte de devoció i en repassava els rodolins que li recordaven el martiri de la patrona de la ciutat, el qual sovint acabava de sentir en el sermó. El dia d’avui, les parades de romanços d’imatgeria popular exposaven aquesta auca en lloc preferent, per raó de la seva actualitat. Les velles tertúlies familiars solien reunir-se per tal de festivar la diada. Era corrent la celebració d’una funció d’ombres xineses sobre la vida de santa Eulàlia. El text estava inspirat en la llegenda popular i en una historia de la santa, de fil i canya, publicada per l’imatger Bosch del carrer del Bou. Per a les figures també servia de model l’auca de la vida de la santa, de que ja hem parlat. No creiem que el diàleg de la funció fos escrit. Els qui feien les ombres s’inspiraven el text i en l’auca indicats, però improvisaven el diàleg.
Els veïns de l’Espaseria sentien molta devoció per santa Eulàlia i la veneraven en una capelleta de veïnat. El dia d’avui anaven col·lectivament a visitar la casa de la santa a Sarrià. Amb aquest motiu feien una forada a la font del Lleó o a la de la Magnèsia, properes al desert de Sarrià, vora de la part baixa de la muntanya de Sant Pere Màrtir.
Avui se celebrava el sisè ball de disfresses de la Llotja. Aquest era el darrer que tenia lloc en dia fix. Després no se’n feia cap més fins al dijous gras. Si s’esqueia abans del dia d’avui, el ball de Santa Eulàlia no se celebrava.
El poble de Begues feia avui la seva festa d’hivern. Una nota típica eren les balles, entre les quals sobresortia el típic ball del Patatuf.
Els eivissencs feien un aplec a l’ermita de Santa Eulàlia. Els qui tenien carro es dedicaven al transport de romeus. Estenien pel sol dels vehicles uns quants coixins, que no es distingien ni per tous ni per nets, perquè poguessin seure els passatgers. Feien el camí corrent tant com podien, per tal d’invertir el mínim de temps possible en el viatge i poder-ne fer com més millor:. Els qui menaven els carros celebraven veritables curses de rapidesa. Els pobres passatgers arribaven masegats. Als voltants de l’esglesiola s’instal·laven parades de venda de llaminadures, i sobretot rifaires a la virola i als naips. En sortir de la festa religiosa, els qui no sabien que fer formaven lIargues rengleres i s’entretenien voltant l’església vegades i més vegades sense interrupció, fins a l’hora de dinar. Aquest costum era propi així mateix dels altres aplecs eivissencs. Aquestes voltes, que recorden els tres tombs dels nostres genets, reconeixen un origen molt reculat i poden estar relacionades amb els cercles màgics practicats per moltes cultures primitives. A l’hora de l’àpat, la gent s’escampava pels voltants reunida en petits grups. A la tarda es feia el ball típic d’aquesta pitiusa.
Diferents oficis barcelonins havien pres per patrona la jove santa de Barcelona. Com que, segons ja hem explicat, un dels martiris que va sofrir la tendra donzella fou el de tirar-la diverses vegades costa avall de la Baixada de Santa Eulàlia posada dins d’una bóta, els mestres boters van creure que cap altra santa no podia ésser millor que ella llur advocada. Els mes tres picapedrers i els molers, que treballaven i obraven la pedra de Barcelona, així com els mestres de cases, que la feien servir (oficis que havien format, els tres, un mate ix gremi), també la van tenir per patrona. Igualment la invocaven com a tal els traginers de mar que es dedicaven al transport de tots els efectes que arribaven a la nostra ciutat per via marítima.
Les velles bugaderes barcelonines, i potser més encara les rentadores que no eren ben bé bugaderes d’ ofici, veneraven santa Eulàlia per patrona, i les dones de sa casa li encomanaven les bugades perquè la roba sortís neta i blanca com un glop de llet i perquè no es cremés.
Antigament, santa Eulàlia havia estat molt invocada per la disenteria. Fa anys que aquesta advocació sembla que ha caigut en desús.
Per a cloure la pollera, cria intensa i patològica de polls, hom invocava també santa Eulàlia.
Hom creu que el dia d’avui és el millor per a començar a sembrar les patates; així ens diu el refrany:
Per Santa Eulàlia sembra les patates.
Hom creu que si el dia d’avui fa bon sol, hi haurà bona i primerenca collita de vi. El refrany ens en diu :
El sol de Santa Eulàlia empeny la parra.
Santa Eulàlia assolellada, grossa vinada.
Santa Eulàlia assolellada, collita de vi assegurada.
Avui les pomeres ja comencen a donar mostra de la collita que tindran :
Per Santa Eulàlia volta la pomera; si veus una poma ací i una poma allà,
torna-te’n a casa, que any de pomes serà.
Quant al dia d’avui, la parèmia parla així:
Si sembres per Santa Eulàlia, bon gra i bona palla.
Per Santa Eulàlia el temps canvia.
Per Santa Eulàlia es tallen les canyes.
Fragments d’Històries i Llegendes de Barcelona, d’en Joan Amades.
CARRER DEL POU DE LA CADENA
Té entrada per la plaça de la Llana i sortida pel carrer de la Princesa. Havia dut els noms de Volta de la Llana i de carrer d’En Bau. El nom actual fou pres d’un dels molts pous de veïnat que degué haver-hi al carrer el qual, en comptes d’un llibant de cànem o d’espart, devia tenir una cadena per pouar l’aigua. El tros més important és el que dóna a la plaça de la Llana, i ja en direm el poc que en sabem en ressenyar la plaça.
En aquest carrer hi havien estat establerts els candelers de sèu, i a primeries del segle passat encara es coneixia pel carrer dels Candelers de Sèu.
NOU MIL POUS I TRETZE FONTS
A la primeria del segle XVIII hi havia a Barcelona més de nou mil pous; ben poques eren les cases que no en tenien, puix que aleshores hi havia un total de 579 carrers i trenta places i placetes. Hi havia una gran quantitat de pous públics oberts al mateix carrer i era admès que tothom pogués anar a treure aigua a qualsevol pou, puix que hom gairebé no en gastava d’altra, ja que en tota la ciutat no hi havia més que tretze fonts.
A la primeria del segle XVI hi havia a Barcelona cinc escurapous o pouetaires, com en deien ahir. Hi havia oficis que avui ens semblen de major importància que no arribaven a aquest nombre.
Tot el pla de la nostra ciutat estava sembrat de pous d’aigua boníssima, a la qual els vells barcelonins atriguïen un encís especial i deien que el foraster que arribava a tastar l’aigua ja no se n’anava. Temps ençà aquesta gràcia fou localitzada a l’aigua de la font d’En Canaletes. De l’abundor dels pous barcelonins en són encara un record alguns dels noms dels nostres antics carrers; com els del Pou de l’Estany, Pou de la Figuereta, el Pou Dolç, Pou de la Figuera i Pou de l’Estanc.
Hi havia pous el canó del brocal dels quals era molt alt i arribava fins al nivell del primer pis, pujaven arran de la façana; de manera que per pouar l’aigua calia sortir al balcó. Encara hom pot veure un pou d’aquests al carrer dels Calders.
LES CORDES DELS POUS
Aquests pous, per estrany que sembli, constituïen un perill quan es produïen revoltes puix que el poble acudia de seguida a agafar-ne les cordes, que aviat es veien entortolligades al coll de la víctima del motí, la qual era arrossegada pels carrers en un tancar i obrir d’ulls, cosa que s’hauria fet més difícil si no hi hagués hagut l’avinentesa de tenir tan a mà els llibants dels pous. El general Bassa va ésser arrossegat de l’edifici del Govern civil. El darrer dels animals torejats en la famosa cursa de braus del dia de Sant Jaume de l’any 1835, que originà la primera crema de convents, fou arrossegat pel poble amotinat, amb el llibant d’un pou que hi havia vers l’antic esperó de llevant, aproximadament on hi ha avui l’estació dels ferrocarrils de la RENFE. Arran d’un avalot en el qual el poble va arrossegar un geperut innocent amb una corda de pou, que, segons la tradició, era el que esmentem del carrer dels Calders, se’n derivà que les autoritats com a una mesura de policia, fessin cegar tots els pous dels carrers i obliguessin a fer posar reixes a les finestres i obertures interiors de les cases que donaven als pous per tal de dificultar que la gent pogués entrar en una escala i apoderar-se del llibant si no era en consentiment dels veïns.
POUS FAMOSOS
La tradició ens parla de pous famosos. El pati del vell casal palau dels comtes de Barcelona, on més tard hi hagué la Inquisició, i més ençà el convent de les monges de Santa Clara, i avui el Museu Marés, hi havia un pou tan pregon als ulls de la gent senzilla que hom deia que arribava fins a les parets de l’altre món. En una exageració d’ingenuïtat, s’havia dit que els paletes que el feien havien vist com una dona de l’altra banda cridava les tites per donar-los menjar. D’altres deien que arribava fins damunt mateix de la volta de l’infern, que sempre hom ha cregut situat sota terra, i conten que els paletes que el van fer sentien tanta cremor que van haver de desistir d’enfondir més.
Al vell barri de la Ribera, vers on avui s’aixeca l’edifici del Museu d’Art Modern, també hi havia un pou tan profund que des del brocal no es veia l’aigua del fons. La gent senzilla deia que travessava tota la terra i que la mica de claroreta que es veia al fons era la claror de l’altra part del món, o sigui dels nostres antípodes.
Una de les bromades dels nostres avis, molt ingènua i innocent, consistia a portar els forasters a mirar el fons d’aquest pou i tot fent broma els deien que ja havien vist el món per un forat.
A part d’aquests n’hi havia d’altres, de pous, als quals hom atribuïa virtuts i gràcies remeires que ja contarem en passar-hi.
SANTA EULÀLIA I “EL RIU DE SOTA”
Segons la tradició, els pous barcelonins eren alimentats per l’aigua d’un riu subterrani originat per santa Eulàlia conegut pel riu de Sota o de Santa Eulàlia. Vora de la casa de la santeta patrona de Barcelona hi havia un pou al qual un dia van anar a cercar aigua dues noietes i els va caure el càntir al fons. Les nenes es van posar a plorar perquè temien el càstig del seu pare, que era molt mal geniüt. La donzelleta Eulàlia en va heure esment; va estendre el seu mantell damunt la boca del pou i al punt va revenir tant que l’aigua va pujar el càntir a flor del brocal i les noietes van poder omplir el cantiret. L’aigua feta sorgir per la santa va formar un riu cabalós que encara llisca pel subsol de la ciutat. Diuen que pels voltants del dia de Santa Eulàlia aquest riu revé i els pous barcelonins són més abundants i rics d’aigua.
La gent que tenia pou a casa, quan l’aigua curtejava, reclamaven santa Eulàlia que els augmentés el cabal. Els mestres de cases especialitzats a fer pous també reclamaven la nostra patrona perquè els fes trobar l’aigua sense haver d’enfondir massa. Quan hi queia algú al pou reclamava l’ajut de santa Eulàlia i homb també hi recorria quan hi queia algun objecte estimat, per tal de fer-lo trobar amb facilitat. Els pouetaires i l’altra gent que intervenia en pous, a més d’altres sants, també invocaven la patrona de Barcelona, santa Eulàlia.
AGAFAR EL LLIBANT COM A SOGALL
Com hem explicat ja en un altre lloc, quan no hi havia enllumenta públic era prohibida la circulació pels carrers després del toc d’oració, si no es portava fanal o corda encesa. En aquells temps de molta pobresa emprar fanal representava gastar oli i la gent que havia de transitar després del toc indicat portava un sogall encès, o sigui, un bocí de corda d’espart. Amb la gran fosca que regnava pels carrers, l’engruna de guspira que produïa la corda encesa amb el moviment que li imprimia el vianant bastava per conèixer la proximitat o el pas d’algú. Quan calia veure-s’hi més, hom feia giravoltar de pressa el cap de corda encès; per efecte de l’aire el foc creixia i produïa la claror suficient per al cas. De fer voltar la corda encesa en deien fer sogall. Els calaveres que rondaven de nit i que consumien molt sogall, van prendre el costum, quen no en tenien, de tallar els llibants dels pous, llibertat que va induir el veïnat a substituir el llibant per cadenes de ferro.
LA MARE DEL TANO
La disposició a què ens hem referit prohibia l’ús de capes llargues i la circulació sense fanal o corda encesa. Aleshores, voltava per la nostra ciutat un personatge molt popular conegut per Tano, el qual l’endemà de dictada la disposició va sortir al carrer sense llum, i quan la guàrdia va requerir-lo es va treure un fanal apagat que duia a la butxaca; com que la disposició no precisava que el fanal hagués d’ésser encès, el Tano va poder circular tranquil·lament sense que ningú pogués deturar-lo. Fou aclarit que el fanal havia d’ésser encès, i la nit següent, el Tano va sortir amb un fanal encès posat a l’extrem d’una llarguíssima perxa la punta de la qual venia a parar unes canes més endavant de qui la portava; però com que duia un fanal encès, tampoc el pogueren deturar. La nit següent, el Tano va sortir amb el fanal portat segons parer de les autoritats, però anava embolicat amb una saca molt més gran que la capa, i sota la saca, i de manera que no es podia veure, portava el fanalet encès. Com que no duia capa llarga i portava el fanal encès, estava dins de la llei, encara que contravenia obertament el desig de les autoritats.
Aquests acudits van augmentar la popularitat del Tano, que deia pertot arreu que ell seguia el consell de la seva mare, que feia anys i panys que era morta; i la Mare del Tano va fer-se tan famosa que encara avui la recordem en la conversa familiar.
Conversa amb en Toni Fàbregas i Barnet, antic veí de la Baixada de Santa Eulàlia núm. 3.
Records dels anys 50-60.
La festa de Santa Eulàlia era protagonitzada per la gent del barri i sobre tot de la Baixada.
Al carrer hi vivien el manyà, en Teixé; l’antiquari, en Doménech; el decorador, l’Armengol, en el nr. 4, al soterrani, hi havia el fuster, anomenat Fusteret (en honor al seu tamany) – expliquen que el Fusteret es posava dintre d’una bota y es feia portar al Portalon d’amagat, a la bodega, a on abans havien sigut les cotxeres de la casa (quan aquesta només n’era una) – ; al seu costat, hi havia el sabater, en Sellas; al principi del carrer, al nr. 2, el pintor Moix; al nr. 1, el tapisser, Diego Bosqued i Silvestre (actualment encara existeix, i hi treballa el fill, en Miquel Bosqued i Buil); al costat de la imatge de Santa Eulàlia, en una botigueta petita, hi vivia l’Alia, el restaurador, que havia de treure els mobles fora de la botiga per poder treballar (diu que deixava el carrer ben net amb el salfumant), era ell qui deixava la seva botiga els dies de Santa Eulàlia per què els veïns tinguessin un lloc a on posar un taulell guarnit amb les estampetes, els goigs (impresos a l’impremta de la papereria Villena – que encara hi és al carrer Banys Nous) i les medalles que es venien, i el pa (comprat amb els diners de les vendes i de la caixa de les almoines que estava a sota de la imatge, i fet als forns dels carrers Banys Nous i Cardenal Casanyes) que es repartia entre els pobres del barri (diuen que arribaven amb una tarja feta pels propis veïns on constava el seu “grau de pobresa”).
Tenien cura de la imatge tots els artistes del carrer, i dies abans de Sta. Eulàlia i durant el dia, la guarnien i li posaven ciris. Hi havia 4 ciris elèctrics i, després, cadascú anava portant ciris al veí encarregat de posar-los i encendre’ls. Davant dels ciris hi havia una fusta perquè no caigués la cera al cap dels vianants. Es posava una roba vermella i flors de roba. A la Baixada es guardava una escala de fusta altíssima, que feien servir per treballar amb la imatge; aquesta escala no va sobreviure a les obres que es van fer a la casa fa pocs anys, quan algú la va fer tallar a trossos.
Els dies de Sta. Eulàlia, hi havia cues de gent que pujaven carrer amunt a buscar el seu panet beneït. A la tarda, sortia el capellà per un dels balcons que està al costat de la imatge, i deia un rosari. Alguns veïns seien en cadires que havien tret al carrer, mentre escoltaven, i d’altres sortien als seus propis balcons i ho feien des d’allà.
El diumenge de després de la festa, es feia una missa en honor de la Santa a l’església de Sant Sever.
Actualment, si es volgués parlar amb veïns que hagin viscut durant i després de la guerra a la Baixada, s’hauria de parlar amb la Isabel (costurera), el Ricard i la Blanca, el Francesc Miquel i Casanelles (nét del fusteret Casanelles, fill de la Pepita Casanelles, envernissadora, i ell actualment restaurador de mobles), Miquel Bosqued (fill del Diego Bosqued), l’Alia que te una botiga d’antiquaris al carrer de la Palla i que va cada dijous a la plaça de la Catedral.
En Toni Fàbregas ens va ensenyar material guardat a la Baixada de Santa Eulàlia nr. 3. Hi ha encara goigs i estampetes dels anys 1978 i 1951, hi ha el pèndol de Sta. Eulàlia (ja no hi es l’escut de Barcelona, que havien tingut – es penjava un a cada extrem del carrer – ), hi ha les restes de les darreres almoines que es van treure de la caixa (duros, pessetes i monedes de 50 cèntims de pesseta), hi ha restes d’una rajola que tenia una poesia, hi ha la connexió elèctrica que es feia servir pels quatre ciris. El Toni esmenta una llibreta on es portaven els comptes de la festa: quantitat d’almoines, quantitat de pans, preu dels pans, estampetes, goigs, medalles, etcètera. Continuarem a buscar aquesta llibreta, perquè sembla un document interessant.
En Toni Fàbregas hi va viure a la casa de la Baixada fins als anys ’80. Els últims anys havia convertit casa seva en una escola-taller d’educació especial, i amb els nens de l’escola-taller continuaven a tenir cura de la festa. Els anys posteriors, en Toni amb l’ajuda del Robert i la seva família, se’n van ocupar, fins que, a poc a poc, l’Ajuntament va començar a fer-se’n càrrec.
Fa poc es va restaurar la imatge de la Santa, i algunes de les rajoles van ser restaurades d’acord amb la reproducció que havien fet els nens d’aquella escola-taller.
Al final de la conversa amb el Toni i havent arribat tots els assistents a la reunió, vam fer un passeig per la casa i ens va explicar com vivien els membres de les famílies Alavedra – Fàbregas – Barnet, com es distribuïen les habitacions i qui hi vivia en aquells anys.